Capítulo 12

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-Sugiero que le agreguemos instrumentos de cuerda. Como un violín o algo así.

-Me parece bien. Hablaré con George sobre cuál nos conviene usar.

Tan pronto como John se fue, agarré a Paul de la oreja y lo arrastré al jardín.

-¡¿En qué rayos estabas pensando al escribir eso!?

-Lo siento...

-Dios, no puedes ser tan despechado. ¿Crees que pasará desapercibido?

-Lo siento...

-¡¿Qué le diremos a la prensa si pregunta la inspiración de esa canción!?

-¡Ya dije que lo siento!

-¡Sentirlo no es suficiente!

-Martin propone que usemos un cuarteto de...-Ringo nos miró y supo al instante que interrumpió algo importante-Los dejaré en lo que estaban, lo siento.

-Está bien, Ritchie. ¿Cuarteto de cuerdas, dijo?

-Ajá.

Ambos entraron de nuevo a la sala de grabación. Cerré los ojos con fuerza y respiré profundo para calmarme.

-Problemas en el paraíso ¿Eh?

-Eso no te incumbe, Lennon-Contesté sin verlo.

-Escúchame, Lady Asher-me tomó del brazo y me hizo voltear, quedando cara a cara-No me importa lo que hagas con tu vida, pero si lastimas a mi Paul...Lo pagarás caro. Si me entero de que derrama aunque sea una lágrima por tu culpa, me aseguraré de que tu vida sea un infierno. Es una promesa.

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Después de aquella amenaza pasé inquieta el resto del día. ¿Qué podía hacer para que Paul no se sintiera mal? Temía mucho por las palabras de Lennon, que no dejaban de rebotar en mi cabeza.

Si lastimas a mi Paul...Lo pagarás caro.

Mi Paul.

MI PAUL.

Casi río al prestarle más atención a esas palabras. Lo había llamado suyo... ¿Y si John sentía algo por Paul?

-Jane, entra. Está helando aquí.-La voz de George me sacó de mis pensamientos.

-Ya voy...

El ensayo se extendió hasta las diez de la noche, por lo que decidí irme a casa. Me despedí de todos y tomé un taxi. Le indiqué la dirección al conductor y me dediqué a mirar por la ventana los autos y edificios.

Hasta que vi esa casa y le ordené al hombre que se detuviera. Confundido obedeció, y se fue cuando le pagué.

Toqué la puerta de la casa y esperé. Aquella hermosa dama me abrió, pero debí ahogar un grito de espanto al ver moretones instalados en sus brazos y pómulos, y rasguños adornando su fino rostro. Tenía sangre seca en el labio inferior.

-Por todos los cielos. ¡¿Qué hizo ese animal!?-Vociferé. No cabía en mí tanta indignación.

-Shh. Despertarás a Julian...Pasa.

Se hizo a un lado y entré, cerrando la puerta. Debía controlarme si no quería gritar.

-¿Vas a seguir soportando esto?

-Tengo que...

-¡No, no tienes!

-Baja la voz, por favor...

Obedecí a su orden. Obedecería cualquier orden que proviniera de ella.

-Se disculpó conmigo, vio que me hizo daño...Se siente mal por herirme. Aunque tuvo razón al decir que fue mi culpa...

-¿De qué tienes la culpa?

-De ser lesbiana. De estar enamorada de ti...

Debí contar hasta cien, o habría regresado a los estudios a matar a Lennon con mis propias manos.

-Escúchame bien, rubia. Te amo ¿vale? ¡Te amo! Y no tengo miedo de gritarlo al mundo. Paul lo sabe, y John también. Pero existe una gran diferencia entre ellos. John es un cobarde que no sabe enfrentar la realidad. Vivir es fácil con los ojos cerrados. Lennon es un niño indefenso en el cuerpo de un adulto violento. Necesita una mujer que lo gúie, y hará hasta lo imposible para que tú seas esa mujer. Lo importante es ¿lucharás por lo que deseas?

-Jane...

-Dime.

-No soy rubia.

Me quedé mirándola por unos segundos.

-¿Eso es todo lo que tienes para decir?

-No, pero quería aclarar eso. Lucharía por lo que quiero, pero tengo mucho miedo...Me amenazó con quitarme a Julian.
-Lo resolveré pronto. Te lo prometo.

Curé sus heridas y hablamos en su cuarto hasta muy entrada la noche. Se quedó dormida con la cabeza sobre mi regazo y su mano bajo la mía. La acomodé con cuidado de no despertarla y salí del cuarto, pero unas voces en la parte inferior de la casa me hicieron detener. Una sonaba algo aguda, y balbuceaba cuando intentaba decir dos palabras juntas, pero sin dudas pertenecía a un hombre en estado de ebriedad. La otra voz, también masculina, era rasposa y hablaba en susurros.

O al menos, eso intentaba.

Entré en pánico al deducir que eran ladrones, y busqué con la mirada un teléfono, cuando recordé que el único que había estaba en la sala. Donde esos hombres desconocidos se encontraban.

Decidí bajar de todos modos. Su estado no les permitiría hacerme nada, me dije segura.

Bajé sigilosamente las escaleras, mientras algunos sonidos llegaban a mis oídos con más nitidez. Respiraciones agitadas, suspiros, gemidos ahogados, labios sobre labios...

Llegué a la fuente de los sonidos y, una vez más, debí reprimir un grito.

Paul.

John.

Paul y John besándose en el sofá.

John sobre Paul.

Paul sin pantalones ni camisa.

John desnudo.

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Sé que querían McLennon en el Ashwell, pecadoras ewe

Would You Let Me Love You?Where stories live. Discover now