Capítulo 30

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Durante varios días, la habitación  320 del hospital en el que me encuentro es un hervidero de gente que viene a visitarme

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Durante varios días, la habitación  320 del hospital en el que me encuentro es un hervidero de gente que viene a visitarme. Mi familia y Kevin no se separan de mi lado. Laura y Mario me visitan casi todos los días después de que salen de trabajar. Blanca viene los fines de semana a visitarme. Con ella viene Pablo. Parece que su relación va en serio, les veo muy felices. Soy consciente de cómo le brillan los ojos cada vez que él dice algo.

Estoy súper feliz por mis amigas. Por fin han encontrado a los hombres que se merecen.

Lola, me visita todos los días antes de abrir la librería. Desde el día que me oyó quejarme de la comida del hospital, no hay ni un solo día en el que no me traiga unas rosquillas escondidas en el bolso, y yo, más feliz que una perdiz, las devoro en un periquete, aunque a Kevin no le hace mucha gracia que coma comida de fuera del hospital y más de una vez a prohibido a su tía venir con comida. Pero nosotras hacemos oídos sordos a sus quejas. Ella disfruta trayéndome las rosquillas y yo comiéndomelas.

Incluso Sofía y Lucía viajaron desde Londres para visitarme y ver qué tal estaba. Allí, mis padres pudieron conocer a la familia de Kevin. No era el lugar en el que había esperado que se conocieran. Pero, al fin al cabo, podría haber sido mucho peor.

Ya ha pasado una semana desde que desperté. Cada día me encuentro un poco mejor. Mi cara ya ha recuperado su color rosa pálido normal, antes de recuperarlo, por ella han pasado toda la gama de negros, verdes,  rojos, morados y amarillos, incluso diría que he visto algún que otro tono azul en el pómulo derecho.  Las heridas producidas por los cristales y quemaduras del asfalto que tenía en los brazos, piernas y la cara, han dado paso a pequeñas cicatrices que me recordarán de por vida estos días. El traumatismo craneal que sufrí ha desparecido sin dejar más secuelas que,  los cerca de veinte días que estuve en coma. Las costillas son otro cantar, cada vez que hago algún movimiento, las costillas me recuerdan que están rotas y veo las estrellas, los planetas, galaxias y todo el universo. Ya me avisaron los médicos que estas tardarían en cicatrizar y mientras tanto, tendría dolores.

Durante todo este tiempo, nunca he querido hablar del accidente, ni de quién fue, ni por qué lo hizo, ni nada de nada. Siempre que veía cómo Kevin empezaba a colocarse los puños de la camisa sin parar, cosa que he descubierto que hace cuando está nervioso; le tranquilizaba y le aseguraba que, cuando estuviese recuperada y con las fuerzas suficientes, hablaríamos de todo lo que ha pasado, pero que ahora, lo importante era que yo día a día estaba recuperándome a pasos agigantados. Dos días después de que despertara del coma, una pareja de la policía fue a visitarme al hospital, a ellos les dije exactamente lo mismo que a Kevin, cuando estuviese recuperada hablaría. Estos asintieron y salieron de mi habitación acompañados por Kevin. Sé que estuvieron hablando del accidente fuera de la habitación y sé que Kevin ha ido varias veces al cuartel de la policía para informarse de todo. Está moviendo cielo y tierra para que la causante de mi situación pague por lo que hizo. Lo está llevando todo al margen mía, y yo, se lo agradezco. No quiero más problemas de los que me están dando las costillas rotas.

Besos de esos #EDITDove le storie prendono vita. Scoprilo ora