Capítulo 2.

193 27 4
                                    

2



¡Ahora maldigo a la viejita por recomendarme el tren!

Me siento en mi maleta que ya está sucia, por todas las veces que la he tirado para sentarme encima de ella. Es una muy mala costumbre que tengo, pero se me hace bastante cómoda, mucho más que una banca de madera que solo me aplana el trasero. Las personas me miran como si estuviera loca y no las culpo, ahora si me siento como una verdadera demente, porque no tengo dinero, no tengo hogar, estoy en un lugar desconocido y también estoy embarazada de alguien que me dio la espalda.

Oh querido Satán, ¿Qué puede ser peor que mi desdichada vida? ¿Quién puede tener la peor suerte del mundo si no soy yo?

Miro en la dirección que se fue el tren, recordando a la mujer que me despertó para que no me perdiera la tercera parada. Estoy agradecida con ella, al menos no estoy tan perdida porque tengo de referencia que estoy en el centro de la ciudad. Esa mujer con su hijo deben de tener mi maravillosa cartera en sus manos. Al menos deseo que disfruten el dinero, ya que yo no podre hacerlo por ser una completa tonta. ¡Todo me estaba saliendo tan bien, maldición! ¡Inclusive olvide que tenía mala suerte!

— ¿Ahora que hago? —me pregunto a mí misma.

Lanzo un gruñido al ver como personas pasan con comida en sus manos, saboreándola sin tenerme consideración. No las culpo demasiado, después de todo es mi culpa por vestir como una niña rica y además de tener mi enorme maleta a un lado, ¿Cómo mierda voy a conseguir dinero?

Nadie contratara a una chica de dieciocho años que aparte de eso está embarazada, como si fuera tan fácil conseguir un empleo en un lugar como este que por lo que veo, tiene demasiados habitantes. No quiero hacer nada estúpido, pero mi vida es hacer cosas estúpidas en especial cuando me veo en la necesidad de tener dinero.

¡No! ¡Jamás voy a prostituirme!

«Muévete si no quieres que agonicemos de hambre, estúpida.»

Pongo los ojos en blanco. Mi consciencia siempre me dirá ese tipo de cosas para que me mantenga despierta y no siga pasándola mal. Ahora, estoy sola con ella y es cierto, si no hago algo puedo terminar muriéndome de hambre, así que necesito pedir ayuda con algún trabajo o ya sea que alguien me de comida.

Miro hacia mi maleta al recordar que tengo muchas cosas lujosas, pero de inmediato niego con la cabeza. Esas cosas las gane con berrinches y no pienso perderlas por nada en el mundo, podría necesitarlas más adelante cuando quiera vestir bien o quiera combinar algún atuendo, es lo único que me falta ahora, perder todo mi maldito equipaje.

Saco mi celular para mirarlo por unos determinados segundos. Comienzo a buscar los números que necesito, terminando en el de mi padre. Muevo mi dedo en círculos por encima de la pantalla, estoy batallando conmigo misma para no presionar el icono de llamada. No quiero que ellos se burlen de mí y sigan creyendo que no puedo hacer nada sin ellos o sin su dinero. No puedo creer que esté en esta pésima condición, sobre todo porque la empecé de la mejor manera en el tren y llegué emocionada a esta ciudad. Claro, eso fue antes de darme cuenta de que se me olvido la cartera en mi asiento.

—Vamos Ema, piensa por unos segundos. No puedes estar pasando por esto tu eres Ema... —me detengo y dejo escapar una pequeña risa —Ema sin apellido.

Guardo mi celular en mi bolsa. Me levanto de mi maleta para mirarla por unos cuantos segundos, pero luego de pensármelo la tomo con la misma fuerza que la tome cuando me subí al tren. No tengo que perder mi emoción ahora que estoy en esta ciudad que según era mi nueva oportunidad de vivir, incluso tal vez pueda quedarme aquí a criar a mi bebé. Seguiré con la frente en alto para pensar que no necesito de nadie más, como lo pensé desde el principio cuando estaba convencida de lo que estaba haciendo.

El desastroso embarazo de EmaWhere stories live. Discover now