Capítulo 10.

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— ¡Al fin es lunes!

Grito con una emoción muy sarcástica. Apoyo ambos brazos en la pared y me acerco hasta pegar mi pecho en esta, observo como Mildred me mira con una sonrisa divertida, provocándome confusión.

— ¿Sucede algo?

Ella niega con la cabeza, pero mantiene la sonrisa mientras me mira de arriba abajo.

—Es solo que te ves muy linda con el mandil. Pareces una muñequita.

—Si estas refiriéndote a que parezco una niña. Es suficiente con que Adam me lo diga cada maldito segundo.

—Es cierto, ya llevas una semana viviendo con Adam.

Asiento a lo que dice con una pequeña y casta sonrisa en los labios.

Estoy nerviosa por comenzar el trabajo y no es por culpa del uniforme o del restaurante que esta mas lleno que otros días. Sino por la mirada de Adam que esta sobre de mí, es evidente, no sé de que se trata pero lo único en lo que puedo pensar, es que este día será parecido a un examen físico que determina si apruebo o repruebo la materia.

— ¿Se te está haciendo difícil?

Miro a Mildred con una sonrisa que demuestra toda mi frustración y parece que ella logra entenderlo, porque palmea delicadamente mi espalda como si estuviera demostrándome su apoyo.

—Pelear es lo único que hacemos, pero creo que tendré que acostumbrarme.

Me alejo de la pared y miro a mi derecha, dándome cuenta de que una persona está ocupando una de las mesas que me tocó atender.

Mis mesas son de la seis a la diez, no es tan complicado porque son mesas para una pareja o quizás para alguien que decida comer solo, pero por el momento no me ha tocado una persona que ordene el doble de lo que su estomago ocupa.

—Ahora vuelvo —dejo en claro mientras camino hacia el cliente, pero me detengo y miro por sobre mi hombro—. ¿Vas a seguir lidiando con ese imbécil?

Miro de inmediato hacia la persona que me refiero y luego regreso la mirada a Mildred. Mira en dirección a la que señale con la cabeza y luego, regresa a mí con una pequeña y vaga sonrisa, demostrándome que no tiene de otra.

—Mientras que no me moleste. Estaré bien.

—Como tú digas.

Regreso mi camino hacia la mesa que me ha tocado y una vez que estoy ahí, comienzo a limpiarla con una sonrisa fingida, tratando de agradarle al chico que tengo enfrente y al mirarlo, noto que también esta viéndome con una sonrisa, pero la de él me da cierta incomodidad.

Una vez que la mesa está limpia, agarro los platos de los clientes que se han ido y comienzo a caminar —con ellos en mi bandeja— hacia la cocina para dejarlos en el lavaplatos. Una vez que están en su lugar, salgo de la cocina y tomo uno de los tantos menús que están en el mostrador y una vez más, finjo una sonrisa.

—Buenas tardes, mi nombre es Ema y seré quien lo atienda. Si necesita algo, puede llamarme por mi nombre.

Digo aquella presentación una vez más mientras asiento el menú en la mesa frente a ese chico y una vez que veo que esta todo en orden, me doy media vuelta pero antes de poder acercarme a Mildred, una mano en mi muñeca me detiene.

Miro por sobre mi hombro al chico que acabo de atender y me doy cuenta de que él está nervioso. Me giro y lo encaro, logrando que suelte mi muñeca.

El desastroso embarazo de EmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora