Capítulo 11.

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—Ema.

Lo ignoro. Lo paso de largo y me dirijo hacia la mesa que se me olvidó limpiar después de que los últimos comensales que me tocaban atender se marcharan.

—Ema, te estoy hablando.

De nuevo, lo ignoro y comienzo a levantar los platos que están en la mesa. Una vez que levanto el primero, me fijo en el dinero que está debajo del segundo y con una sonrisa lo tomo junto al plato. Doy media vuelta, pero antes de caminar me fijo en Adam que esta frente de mi.

— ¿Vas a seguir molesta?

Me encojo de hombros y camino hacia la cocina, dejando a un lado que Adam esta fastidiándome desde el lunes para que le hable o solo para que no le ignore.

Dejo los platos a un lado del fregadero y les sonrío a las personas encargadas de limpiarlos. Ellos, me devuelven la sonrisa con gentileza.

—Ema, estoy hablándote.

Él, aparece en la entrada de la cocina y me prohíbe el paso con su brazo.

—Es sábado y estamos cerrando, por dios, ¿Puedes olvidar que fui un imbécil con aquella broma y hablarme de una maldita vez? —baja su mano—. No fue mi intención hacerla, solo quería ver que tan entusiasta eras.

Me cruzo de brazos dubitativa y lo examino, no sé si responder a todo lo que me acaba de decir. Me prometí a mi misma a hacerle la ley de hielo desde el momento en el que me enteré que me jugó una broma de pésimo gusto.

—Bueno, si quieres no me hables todavía. Lo único que me interesa, es que recuerdes que vives conmigo y no siempre vas a poder mantenerte callada. Un ejemplo: si no me hablas ¿Qué vas a hacer cuando se te acabe el papel de baño?

Aprieto mis labios y desvío la mirada a otro sitio. No quiero que se dé cuenta de que estoy aguantándome una risa, ha dicho una idiotez, en algunas ocasiones el puede decir cosas tan estúpidas que me causan risa y tengo que aguantarme la risa para que no siga creyéndose el payaso.

Vuelvo a mirarlo y noto que sus ojos siguen clavados sobre mí, así que lo miro de la misma manera en la que él lo está haciendo. Desde el lunes no he hablado con él, porque empecé mi nueva rutina que consiste en desayunar, almorzar y cenar sin su compañía y tampoco le dirijo la palabra cuando me subo a su auto, es como si fuese un completo extraño. Me gusta este tipo de cosas porque sé que muy en el fondo le molesta o le frustra que lo trate como un mueble más en el departamento.

Pretendo durar un tiempo más en esta situación hasta vengarme.

—Bueno, sino vas a hablarme. Al menos, ve a buscar las llaves del auto que deje en el cajón de mi escritorio y no olvides cerrar la oficina con llave.

Sin seguir escuchándolo, hago caso a lo que me dice y tomo camino hacia las escaleras que dan con el segundo piso, donde se encuentra la oficina de Adam. Entro con confianza, dejando a un lado que estoy enojada con él y me dispongo a encontrar la llave que debe de estar en uno de los tres cajones.

Me ha dicho varias veces que las llaves siempre las deja junto a sus archivos. Esos archivos llevan información sobre embarcaciones que nos garantizan que los ingredientes estén frescos y sean los mejores, no me interesa en lo más mínimo saber sobre esas cosas. Lo único que se me hace extraño, es que lleguen demasiados barcos, pero que no lleguen demasiados ingredientes a la cocina y creo, que es porque Adam los distribuye a otras personas.

Se me hace una estupidez que guarde esta vez la llave en uno de sus cajones, cuando siempre las deja en su escritorio al lado de sus archivos, pero como soy yo la que ha trepado a buscarlas decidió guardarlas para que me mate buscándolas y eso no me agrada en lo absoluto.

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⏰ Last updated: Aug 26, 2018 ⏰

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El desastroso embarazo de EmaWhere stories live. Discover now