Capítulo 9.

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Siento como me arrancan de golpe la sabana con la que me estaba cubriendo. Comienzo a pestañear cuando la luz de mi ventana choca contra mi rostro, me siento con flojera y miro a la única persona que es capaz de quitarme la sabana de tal manera para despertarme: Adam Meyer.

—Ahora, ¿Qué quieres? —pregunto, mientras me muevo torpemente hacia él sin bajarme de la cama.

—Levántate. Necesito saber como le haces de mesera y si no eres nada buena, pues te ayudare a practicar. Después de todo, tienes que entrar preparada.

Ignoro por completo las palabras que ha dicho y estiro mi brazo, logrando tomar una pequeña fracción de la sabana que me arrebato. Comienzo a tirar fuertemente de ella, mientras me arrastro hacia el otro lado de la cama, tapándome desprendiendo cada vez más sabana del agarre de Adam.

Tiro el doble de fuerte al sentir como él, lucha contra mi débil cuerpo que apenas está despertando. En un repentino acto de desesperación, doy una vuelta por la cama enredando la sabana en cada parte de mi cuerpo y justo cuando voy a enseñarle a Adam una sonrisa de victoria, siento como el agarre de él, desaparece.

—Oye, ya te estaba gana...

Mi cuerpo es interrumpido cuando impacta contra el suelo, pero la gran suavidad de la sabana detiene el fuerte golpe convirtiéndolo en solo un pequeño escalofrío por el temor y eso, me tranquiliza.

Me desenredo con mucha torpeza, mientras muevo mis pies de un lado a otro como si tratara de quitarme un pantalón dos tallas más pequeño de lo que soy y cuando lo logro, siento de nuevo como Adam me aparta la sabana.

— ¿Qué te sucede? —pregunto enojada.

—Sucede que no quieres levantarte y ya es muy tarde para que sigas durmiendo.

Le enseño una mueca. Miro por sobre mi hombro hacia el pequeño buro a un lado de mi cama y comienzo a gatear acercándome cada vez a él. Una vez que estoy a unos cuantos centímetros, tomo mi celular y lo desbloqueo.

— ¡Son las nueve de la mañana!

De nuevo, me cubro todo el cuerpo con otra sabana que esta encima de la cama y comienzo a arrastrarme por debajo de ella, esperando a que Adam no me obligue a levantarme otra vez y tire de esta sabana con más fuerza. Debo de admitir que cuando estoy levantándome, soy un esparrago débil y manipulable.

—Ema, si quieres trabajar en el restaurante tienes que tener un poco de experiencia. Por eso quiero que me dejes ayudarte a practicar, tú no eres nada educada y no quiero quejas de los comensales.

— ¿Por qué carajo voy a ser amable? Que solo me digan su orden y se la paso al cocinero, no me interesa hablar con las personas. Las odio.

Doy un giro y me siento, descubriendo mi rostro para encarar a Adam quien esta apagando el aire acondicionado. Hago un puchero en el momento que él me encara con los brazos cruzados y trato de convencerlo con una sonrisa, pero es como si entendiera lo que pretendo con aquella sonrisa porque niega con la cabeza.

— ¿No sabes que es la educación?

—Se supone que es cuando vas a la escuela. Yo no voy, así que mejor déjame dormir antes de que te de un puñetazo.

—Eres un verdadero desastre.

Me encojo de hombros.

—Lo único que digo es la verdad, no me interesa hacer amistad con la gente que atenderé. Solo es pedir su orden y dársela al cocinero, para que dejen de joderme.

El desastroso embarazo de EmaWhere stories live. Discover now