Capítulo 8

33 3 1
                                    

Grité y me tiré al suelo. La roca pasó por encima, echando arena sobre mí. Sentí mi cabello moverse por el viento que causó al sobrevolarme.

—¿QUÉ...

Grité de nuevo sin terminar la oración y me lancé a un lado cuando una lámina de metal se dirigió hacia mí, silbando al cortar el aire, las puntas dentadas demasiados puntiagudas para ser reales.

—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —preguntó el chico. Miré hacia arriba, y me sorprendí al verlo sentado sobre una roca, tres metros sobre el suelo, mirándome decepcionado.

—¿Gravedad o telequinesis? —Me inclinaba por lo segundo, pero quería estar segura.

—Soy de los tuyos, chica, así que sé que puedes más.

Me mordí la mejilla cuando me aparté una tercera vez del camino de un turril girando a toda velocidad hacia mí. Comenzaba a pensar que meterme a la piscina con Darío habría sido preferible.

Intenté apartarme una cuarta vez cuando una pared de ladrillos y cascote se dirigió hacia mí, pero encontré que no podía mover mis piernas, o la parte inferior de mi cuerpo, para ser más exactos.

—No es... —me detuve a media frase, la pared acercándose peligrosamente. Me concentré en ella. Intenté detenerla, siguiendo mi instinto, pero descubrí que una fuerza mayor a la mía me contrariaba. Jamás podría detenerla, era muy grande y él tenía mayor control que yo. A menos que...

Como si mi habilidad fuera más rápida que mis pensamientos, la idea se tradujo en realidad en un segundo, haciendo que la pared explotara en cientos de escombros. Ahora sí, eso era algo que podía parar, y redirigir.

Él detuvo los escombros con una simple inclinación de su cabeza y sonrió.

—Ahora sí estamos hablando. —Su roca-silla bajó y él saltó y se acercó a mí, sonriendo satisfecho—. Buena jugada.

—¿Y si no se me hubiera ocurrido?

—Nunca lo sabremos, ¿no crees?

La respuesta no me hizo sentir más segura.

—Soy Leo —se presentó, tendiendo su mano hacia mí. La miré fijamente pero no la tomé, recordando mi promesa de no tocar a ninguno de ellos si podía evitarlo.

—Yo Kenia —contesté. Él dejó su mano en el aire un segundo más antes de bajarla. Su sonrisa no dejó de ser amistosa ni sus ojos socarrones, como si no le importara en absoluto que yo hubiera ignorado su formalismo.

—En fin, se supone que tengo que prepararte tan pronto como pueda. Por lo general los nuevos tienen como seis meses de adaptación, pero nuestros telequineticos han disminuido en los últimos meses y nos vemos en necesidad de reemplazarlos como sea. Llegaste en el momento correcto, ¿eh, Kenia?

—¿Entrenados para qué?

Leo cambió su peso a una pierna.

—Exploración, reconocimiento, abducción, misiones de grado, cosas así.

—¿Misiones de grado?

—Raúl te lo explicará —contestó, descartando mi pregunta con su mano. ¿Quién demonios era Raúl?

—¿Y cuánto tiempo tengo?

—Algo así como tres semanas, si es que tienes suerte.

Una lluvia de arena cayó sobre mí, metiéndose por debajo de mi ropa y dejando una sensación incómoda en toda mi piel.

Sobrevive (Resistencia #1)Where stories live. Discover now