Capítulo 20

22 2 4
                                    

No escuchamos pasos ni gritos ni explosiones detrás de nosotras mientras nos alejábamos tan rápido como nuestras piernas podían. Cruzamos un par de alambrados que rasgaron aún más nuestros uniformes. Sabía perfectamente que estábamos dejando pistas rastreables a nuestro paso. Decidí preocuparme por eso en un rato más.

Nos caímos un par de veces. No teníamos linterna y tampoco habría sido exactamente sigiloso tener una luz encendida flotando en medio del campo. Mi rodilla ardía y estaba casi segura que tenía un par de espinas clavadas, Lorena probablemente estaba igual o peor.

—¿Sabes a dónde estamos yendo? —jadeó Lorena. Jalé de ella para que no se quedara atrás.

En mi mente intentaba dibujar un mapa de la única vez que había dejado el complejo. Mi memoria no era muy confiable, pero tenía la esperanza de estar yendo en la dirección correcta.

—No debe faltarnos mucho. —Espero.

Nos hice detenernos unos minutos después. Dejé que mis pulmones respiraran profundo y mis piernas flaquearon, por lo que tuve que apoyarme en un árbol para no caer. Me aparté cuando vi algo oscuro arrastrándose por la corteza. Lorena estaba sentada en el piso, frotándose las canillas con un gesto de dolor.

—Calambre —explicó.

Asentí y esperé a que se le pasara. Me quité el engorroso uniforme y lo tiré a un lado. Si queríamos conseguir autostop no podíamos ir caminando con el aspecto de un terminator del futuro. Además, era hora de borrar nuestro paso.

Lorena hizo lo mismo, solo que ella sí había traído un pequeño equipaje escondido debajo. Me pasó unas barras de granola y en ese instante supe que la amaba.

—¿Vamos? —preguntó, levantándose con dificultad.

Terminé de masticar y emprendí la marcha de nuevo.

Hice que nos alejáramos despacio en dirección contraria, y empecé a hacer un zigzag cada pocos metros. Mientras avanzábamos, me encargué de arreglar la naturaleza de modo que pareciera tan normal como antes de nosotras: moví hojas, barrí ramas, enderecé arbustos pisoteados. El cansancio de la pelea del juego, la caminata y el usar mi poder de manera tan precisa y continua comenzó a afectarme. Sentía que mis párpados se cerraban y en un momento dado, comencé a ver doble.

Lorena hizo que envolviera mi brazo en sus hombros y me ayudó a seguir.

—No creo que nos alcancen hasta aquí —musitó con voz ronca.

Probablemente era cierto. A pesar de eso, seguí volcándome de rato en rato, esperando ver luces encendidas o el sonido de las aspas de un helicóptero.

No estoy muy segura del tiempo que pasó hasta que llegamos al camino principal. La noche seguía oscura y cerrada y el amanecer no se veía próximo. Miramos con cuidado a ambos lados antes de aventurarnos sobre el amplio camino despejado recubierto de ripio. Caminamos sobre él. Aunque una parte de mí estaba completamente aliviada de haber hallado el camino, otra parte estaba temblando de miedo, esperando que en cualquier momento aparecieran aquellos de los que habíamos escapado. No me parecía real que nos hubieran dejado ir tan fácil.

Pero no aparecieron.

Logramos alcanzar la carretera cuando el cielo apenas comenzaba a clarear. Aún faltaban unas horas para que el sol iluminara por completo, pero nuestros ojos se cerraban de cansancio y me encontraba constantemente tropezando, a punto de caerme del puro cansancio; la fatiga que había mantenido relativamente a raya con pura fuerza de voluntad estaba ganando terreno a pasos agigantados. Estaba a unos pelos de dormirme despierta, así que me pellizqué hasta hacerme sangrar, esperando que el dolor me hiciera reaccionar por unos cuantos minutos más. Lorena soltó un gritito al ver la sangre pero se mantuvo callada.

Sobrevive (Resistencia #1)Where stories live. Discover now