T r e s

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Al día siguiente de ser pateada por Wladimir y tener la excelente noticia que los Frederick se quedarían por un tiempo en casa desperté con la esperanza de ver el mundo con otros ojos. Quizás desde una perspectiva más animosa, pero claramente una decepción amorosa no se supera con facilidad, mucho menos el término de una relación.

Todavía somnolienta, busqué bajo mi almohadón el celular y deslicé a pantalla para ver el motivo de mi desvelada cuando me percaté de la hora: faltaban cinco minutos para ir al colegio. Me giré y quedé boca arriba, con el celular en mis manos y comprobé que un nuevo capítulo de la historia que tanto ansiaba leer, sobre mi autor favorito, había sido publicado.

Dentro de Wattpad, hay una variedad inmensa de novelas y escritores, pero ninguno hacía querer arrancarme los pelos de la cabeza por la espera como Synapses. Tenía una habilidad casi celestial para captar la atención del lector, sus historias siempre tenían ese toque de humor, una buena ortografía, giros inesperados, personajes sobresalientes y memorables. Como gorda fan siempre leía todo que lo escribía y comentaba siempre que podía.

Synapses fue mi inspiración para pasar de una lectora fantasma a escribir mis propias novelas.

—¡El desayuno está listo!

El llamado fue dado.

Me aventuré a salir por la puerta, pero recordé que mi pijama de polar rosa con dibujos de osos sería tan humillante como la pregunta que le había hecho a Felix el día anterior, así que tuve que buscar ropa y vestirme. No obstante, cuando puse un pie fuera del cuarto, me vi a mí misma con las horribles ojeras por llorar a moco tendido bajo las sábanas. Como un fantasma, busqué entre mis cosas algún corrector de ojeras, y nada había. Opté por hacer el ridículo de todas formas, me coloqué unos lentes de sol.

Con toda la personalidad que un McFly puede tener, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, donde mamá y los Frederick estaban ya sentados. Los dos puestos vacíos eran de papá y Felix, quienes todavía no llegaban.

—¿Olvidé decirle a su padre que apagara la luz solar de la casa? —preguntó mamá con mofa. Blanqueé los ojos detrás de mis lentes de sol y me senté junto a ella.

—Buenos días.

Saludé a los dos Frederick y ellos me saludaron con expresiones confusas, como si dudaran de mi salud mental, cosa que, siendo sincera, debía hacerlo yo por ellos. Nunca había visto una pareja que tuviese tantas discusiones y se contentara tan rápido como ambos. Además, no me explicaba de dónde sacaron a su primogénito cuando no tenía la personalidad de ninguno.

Dejé mis dudas para otra ocasión, mis tripas rugían por el hambre y yo no quería crear una banda sonora. Además, tenía que crear alguna excusa buena para faltar a clases, quizás atrasar mi encuentro con Wladimir.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora