S e i s

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De vuelta en casa nuestros padres nos saturaron con preguntas sobre el colegio. Felix respondió con monosílabos, sin dar mucho detalle. Tampoco había mucho que decir de su parte, todas las veces que lo vi estaba acompañado de sus audífonos del diablo. Yo, a diferencia de él, claramente estaba en otra posición, pero el peso del día se acentuó en mis hombros y todo lo que anhelaba era leer la actualización de Wattpad y prepararme mentalmente para lo que sería una conspiración bien planeada contra Wladimir.

La mente malvada de Eli lo había planeado todo en un par de segundos. No tengo la menor idea de cómo, sin embargo, un plan fríamente calculado nos fue recitado paso por paso en el recreo de aquel lunes. Los siguientes cuatro días de la semana mi ex pagaría todos sus pecados (y quizás el resto de ellos) con un par de travesuras.

El martes por la mañana tuvo un poco de calma en comparación al día anterior. Ya un poco más coordinados con el horario, gozamos de un rico desayuno sin manchas y ahogos, excepto porque la madre de Felix nos asustó a todos diciendo que tenía contracciones. Su marido palideció, agarrando nervioso a su hijo por el pecho. Felix tenía los ojos puestos sobre su mamá, expectante a cada uno de sus movimientos. Mamá dio un salto en su silla y papá maldijo entre dientes. Yo por un segundo creí ver un parto en vivo y en directo, experiencia que solo me tocó ver por televisión o imágenes de libros.

Nos mantuvimos en alerta durante unos... ¿dos minutos? Sí, expectantes a los movimientos de tía Michi, quien se arrugó más de lo normal. Entonces, abrió los ojos y suspiró.

—Era un gas ninja, lo siento —comentó, sonriendo con culpabilidad.

—Cielos, gorda —le dijo su marido—, esos son los peores.

Por suerte su gas no fue letal. No sentimos nada más allá que el olor del pan caliente reposando sobre la mesa.

Hace tiempo escuché que las embarazadas tenían gases siempre y debían, por obligación tirárselos, pero no puedo confirmar aquello. Quizás fue una estrategia astuta de una embarazada para excusarse. De todas formas, el desayuno fue normal dentro de su anomalía.

Me apresuré, siendo la primera en terminar, y me dirigí a la cocina con mochila en mano para guardar con extremo cuidado huevos en ésta.

El primer día de la conspiración consistía en dejarle un pequeño presente en la mochila a Wladimir en la clase de matemáticas. Solo debíamos sentarnos de tal forma que nos pasásemos su mochila hasta que llegara hasta Fabiola y ella haría todo el trabajo de meterlos.

—Con esto Wladimir no querrá comer huevos revueltos en su vida. —Eli se frotó las manos ansiando llegar a Jackson. Todas nosotras parecíamos estar en un espeluznante aquelarre dentro del bus. No faltaron las miradas prejuiciosas de los demás, oyéndonos reír como a unas brujas.

—Recuerden las posiciones —advirtió Fabi—, no dejen que nadie que no seamos alguna de nosotras se siente tras él. Y que Floyd se mantenga alejada, no vaya a ser que sospeche de ella.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora