V e i n t i s é i s

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Una locura, eso fue lo primero que se cruzó por mi mente. Digerí como un disparate de magnitudes monumentales la idea del reemplazo, no porque el que alguien más actuase por mí estuviese mal, sino porque lo haría un hombre, un chico, alguien con aparato reproductor masculino, plátanos y duraznos —porque sí, los tenía, su traje no dejaba nada a la imaginación—. No solo eso, su barbilla, sus facciones, su manera de caminar... Todo evidenciaba su masculinidad. ¿Qué iba a pasar en las escenas románticas? ¿Cómo actuarían, Felix y Jo, como dulces enamorados? ¿Y la voz? Vamos, la voz de Joseff era como la de cualquier adolescente, no era grave o profunda, pero como la de un chico. Imitar la mía sería como un depravado en mis zapatos.

Insistí, no podía ser cierta la idea del reemplazo. Continué creyendo que la aparición del Chico Batman en la biblioteca trató de una casualidad hasta que llegó junto a la mesa donde había desparramado mis lamentos y jadeos. Entonces, con su característica sonrisa y buena vibra, nos detalló con la mirada a cada una de las presentes y la detuvo sobre mí.

—Llegó tu salvación.

Un silencio se alzó, ni siquiera se oían murmullos, ni alaridos eufóricos de los estudiantes haciendo locuras en el patio. Fue una pausa prudente y desconcertante, que finalmente murió entre las carcajadas del gallinero (exceptuando a Sherlyn). Los siseos hicieron que lentamente se callaran.

—¿Y cómo piensas salvarle el trasero, cariño?

Nora fue la primera en comenzar el interrogatorio, dándose el privilegio de preguntar como quien le habla a un infante. O bien, a un demente. Creo que lo último encaja mejor en la deschavetada situación.

—Me haré pasar por ella —respondió Joseff, omitiendo solemnemente la sutil burla de la gemela.

—¿En el acto final? —continuó Eli— Mittler no dejará que alguien reemplace al Hurón ahora, nadie quiso estar en sus futuros zapatos cuando le preguntó al curso si alguno quería reemplazarla.

—Esa es la idea, fingir ser ella en el día del...

Una interrupción le dejó sin habla. La otra gemela, Fabiola, con su mano en la barbilla y los ojos achicados, emprendió un análisis exhaustivo y minucioso del pobre (y ahora acosado) Joseff. La cercanía de la gemela provocó que el Chico Batman guardara silencio y escondiera todos los lunares de su cuello entre sus hombros mientras era examinado. Inconscientemente, tras unos segundos no pudo aguantarlo más, se escondió detrás de Sherlyn.

—Tienes mucho vello facial y lunares que me recuerdan al helado de crema con chispas de chocolate de la esquina —concluyó Fabi, cruzándose de brazos—. Sin embargo, con un poco de maquillaje puedes pasar como una chica. ¿Alguna vez te has maquillado o depilado? Porque si es una historia sobre el siglo XVIII tendrás que usar vestido.

La información adicional a la pregunta hizo que Joseff se espantara.

—No lo asusten o se arrepentirá —regañó Lyn. Guardando el celular en su bolsillo, cargó sus brazos sobre la mesa y se dirigió hacia mí—. ¿Vas a actuar en esa obra o dejarás que lo haga Joseff?

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora