T r e i n t a y n u e v e

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—Ven, aquí. Siéntate.

Eli olía a vinagroso olor a vomito.

A causa de su falta de tornillo comenzó una disputa con Josh que terminó en una explosión de todo lo que comió un momento antes. El olor a cerveza venía adherido a ella como si se tratara de una promoción en el supermercado. La paranoica amante de los extraterrestres, después de la fiesta quedó divagando en uno de los sofás, agarrándose la cabeza como si fuera un empleado al que le han dicho que está despedido. Se tambaleó de un lado a otro hasta rendirse a los constantes mareos que avecinaban un vomito más que asqueroso, y cuando éste llegó no le quedó otra cosa más que lamentarse de todo.

Sherlyn y yo estábamos a su lado, como las amigas ejemplares procurando que no volviese a vomitar la alfombra, que no bebiera otra cosa que no fuera agua y dejara de lado su creencia de que en cualquier momento sus padres llegarían para castigarla por toda la eternidad.

Lo último me fue contagiado a mí. Había ido a una pijamada para ver películas, comer y hablar de consejos amorosos con las chicas, y terminé hablando con chicos reales, bebiendo de un vaso rojo y encerrándome en un baño.

«El baño», pensé.

El estómago se me revolvió.

Si no hubiera estado encerrada allí Eli probablemente habría depositado su «pócima mágica» en el váter. Pero como alguien —y cuando digo "alguien" me refiero irónicamente a la hija del señor Alguien, personaje del libro de papá— no permitiría que otra persona entrara allí porque sabía las consecuencias, prefirió hacer oídos sordos.

El hipo que emití tras la excusa de «me enfermé del estómago» fue callado por cuatro manos.

Cuatro.

—Me siento maaaaaal... —se quejó Eli agarrándose el estómago—. Es como si hubiera dado vueltas en las tasitas giratorias a la velocidad en la que anda un tren.

—No debiste comer ni beber tanto, ¿es que no sabes lo que es moderarte?

Lyn me golpeó con su mirada de desaprobación. Creo que no estaba bien reprender las locuras de una de mis amigas, al menos no cuando ella se encontraba tan deplorable.

—Mis padres me van a mataaaaaaaaaaaaaaar —volvió a decir entre sollozos—. Voy a moriiiiiiiiiiir.

—Todos lo haremos algún día —habló la adicta al celular—. ¿Por qué mejor no subes a tu cuarto?

—¡Eso! —exclamé— Descansar te hará bien, nosotros nos encargamos de aquí.

Eli, quien permaneció con sus ojos cerrados un momento, asintió con la boca abierta, resoplando como si ya cumpliera con la función de dormir. Sherlyn y yo la levantamos del sofá colocándonos a cada lado, pasamos su brazo por detrás de nuestros hombros y nos dirigimos a la escalera.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora