V e i n t i t r é s

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Capítulo dedicado a AntoCub99

Capítulo dedicado a AntoCub99

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Nunca fui alguien problemática, sino todo lo contrario... Bueno, de niña solía meterme en algún que otro problema en compañía de Felix, o con otros niños. O en la escuela. ¡Pero porque, de alguna manera extraña, los problemas venían a mí! Así es, señores, ellos me buscaban, no yo a ellos. Algunos le llaman mala suerte, yo creo que es el karma que quería vengarse de mi padre, pues en su tiempo no fue la mejor de las personas, más bien un adolescente caprichoso que miraba desdeñosamente a todos. Eso explicaría muchas cosas que me ocurrían: como mi mala suerte con los chicos, soportar todos los emparejamientos que mis amigas me hacían, alucinar con un escritor famoso de internet que prácticamente no conocía de mi existencia a pesar de ser su fiel seguidora, tener que ver a mi ex devorarse con otra chica en mis narices todas las mañanas en el bus escolar y ser arrastrada por mi compañero de asiento con complejo de Batman hacia no-sé-dónde.

Debí haberme imaginado que Joseff Martin no tenía buenas intenciones una vez se presentó detrás de las gradas por lo nervioso que se mostró.

Él caminaba de regreso a los pasillos de Jackson con el paso apresurado y mirando la hora en su celular. Yo lo seguía detrás sin poder idealizar qué tramaba. Era Jo después de todo, sus pensamientos y palabras traspasaban la frontera de lo inimaginable. Luego de unos pasos, por fin pude seguirle el paso y posicionarme a su lado. Noté que continuaba nervioso, algo distante de pensamiento, ensimismado en llevar a cabo su «travesura». Ya cuando el pasillo comenzó a serme familiar que reuní fuerza y lo detuve, agarrándolo desde su abrigo marrón.

—¿Vas a decirme en qué te metiste... o nos meterás?

Logré divisar a unos doce pasos la puerta del director.

—No es nada grave —confesó con indiferencia, volviéndose en dirección a la puerta—. Además, ¿qué es la vida sin riesgos?

Me vi desinstalando una bomba en la oficina del director. Sí, quizás pensar en «riesgos» fue exagerado en ese sentido, pero insisto: se trataba de Joseff, el adolescente al que lo echaron de su colegio por ayudar al prójimo.

—Espera, espera. —Mis manos se movieron hacia todos lados, intentado disipar mis absurdos pensamientos sobre bombas, rescates en avión y directores robotizados—. ¿Qué pretendes hacer?

—Perdí algo importante y lo tiene el director en su oficina.

Reí solo con escuchar su respuesta.

—Y quieres que yo entre. Dios, Joseff, ¿tan importante es?

—Sí, demasiado.

Sus ojos pardos y su cara llena de lunares lo hacían ver extremadamente tierno, como un cachorro callejero que gime pidiendo un hogar. Y aunque no me fue difícil ver a Joseff con orejas de perrito y gimoteando, sí me fue difícil lanzar un resoplido cargado de resignación, accediendo a su descabellado plan.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora