Capítulo 38.

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Capítulo 38.

Patrick estacionó el automóvil en el lugar reservado para el Mercedes SLR de Johann y lo apagó. Consciente de que su hermano no estaba en las mejores condiciones para manejar 8 horas continuas, el joven se ofreció a conducir durante la segunda parte del trayecto, y el que Johann no pusiera muchas objeciones le hizo darse cuenta de que su hermano ya confiaba en él. Sin embargo, durante los últimos 40 minutos del recorrido Johann volvió a encerrarse en su mutismo, y Patrick decidió no molestarlo; el pianista se había abierto mucho en ese viaje y Patrick supuso que ya había rebasado el límite y que necesitaba replegarse de nuevo. Así pues, cuando al fin llegaron a casa, Patrick se bajó del coche y le dijo a Johann que lo estaría esperando dentro.

- Pero no te tardes, que los demás no quieren verme a mí sino a ti.- pidió Patrick, antes de irse.

Johann asintió con un movimiento de cabeza. Se quedó durante mucho rato contemplando el jardín a través de la ventana cerrada, repasando en su cabeza lo que tenía planeado decirle a Renée, e imaginando todas las respuestas que ella podría llegar a darle. Él no sabía qué haría en el caso de que ella lo rechazara delante de los demás, no podría tolerar la mirada de compasión que tendrían Hans y Helga (aunque ellos jamás en su vida lo hubiesen visto de esa forma), ni mucho menos que sus hermanas trataran de consolarlo, o peor aún, que Alexander y/o Adrianne quisieran interceder en su favor (bueno, que quizás Adrianne se pondría del lado de su prima, lo que sería aún peor), y ante el temor de que pudiera ocurrir cualquiera de las cosas antes mencionadas, Johann no se animaba a salir del vehículo. Debió tardarse más de lo esperado, pues Patrick salió de la casa para ir a buscarlo y saber si estaba ocurriendo algo grave que le impidiera bajar del coche.

- ¿No piensas entrar?.- preguntó el muchacho, abriendo la puerta del lado del conductor.- Todos te están esperando.

- No me voy a quedar aquí toda la noche, eso es seguro.- replicó Johann, ofuscado.- Regresa a la casa, en un momento te alcanzo.

- Johann, si quieres le digo a Renée que venga a verte aquí.- Patrick suspiró.- Pero deja ya de evitarla, por favor. La estás haciendo sufrir más de la cuenta, créeme que dudo mucho que ella vaya a mandarte al carajo. Y no puedes pasar aquí la noche, bien lo sabes.

- Ya voy, en verdad.- él miró a su hermano con mucha seriedad.- Vuelve a la casa, por favor.

Patrick se encogió de hombros y se dio la media vuelta; se preguntó si debía llamar a Alexander para que se hiciera cargo, pues el italiano de una forma o de otra siempre conseguía hacer que Johann reaccionara; sin embargo, para su gran alivio no fue necesario buscar refuerzos, puesto que cuando el muchacho estaba por llegar a la entrada principal de la casa escuchó que la puerta del automóvil se abría.

"Bien, ya no hay marcha atrás", sonrió Patrick, satisfecho aunque ciertamente melancólico.

Cuando Johann entró por la puerta principal, Renée se quedó sin saber qué hacer. Había repasado una y mil veces la escena en su cabeza, y en ella se veía acercándose a Johann, lanzándose a recibirlo con un abrazo intenso, quizás un beso en la mejilla o en los labios, pero en esos momentos en los que lo vio parado y mirando a su alrededor con la expresión de alguien que ha estado mucho tiempo fuera, no pudo ordenarle a sus pies que se movieran. De repente, le entró en la cabeza la estúpida idea de que ésa era su casa y que ella era, en realidad, una visitante que se comportaba como si el asunto fuera al revés, que era Renée la dueña de la casa y que Johann estaba pidiendo volver. El pensar en ese detalle hizo que ella perdiera seguridad, porque se dio cuenta en ese momento (antes no lo pensó), que si él no la perdonaba tanto ella como Adrianne tendrían que buscar otro lugar en dónde vivir.

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora