Capítulo 47.
La taza de café vienés humeaba frente a ella, dejando un delicioso aroma flotando en el ambiente. Ella prefería el té al café pero un café fue lo que él le invitó y ella temió decir que prefería otra cosa ante la posibilidad de que él decidiera retractarse así que aceptó la bebida, la cual sintió excesivamente cargada a pesar de que estaba bastante sabrosa. Se suponía que ésa era su "gran oportunidad", la ocasión que ella estaba esperando para acercarse a él pero bien que sabía que no estaban ahí para coquetear. La cafetería a esas horas se encontraba casi vacía porque la mayoría de los parroquianos habituales estaban dando la vuelta gracias al Festival, de manera que prácticamente tenían el sitio para ellos solos. No había noticias ni de Alba Berlusconi ni de Carlos Bustamante ni de, para fortuna de la joven, Adrianne Teyer, así que la pareja podía disfrutar de un rato de tranquilidad.
- Lo siento, no sé bien cómo comenzar.- dijo Alexander, después de un largo rato de silencio.- No debería de haber llegado a este extremo, en el que cualquier cosa que diga va a sonar fuera de contexto.
- Está bien, no tienes por qué justificarte conmigo.- replicó Jun aunque sí creía que merecía una explicación.- Tú sabes por qué haces las cosas.
- Supongo que no pero fuiste testigo de una faceta mía que no es muy agradable.- suspiró Alexander.- Ni muy decente, hay que decirlo. Te hice pasar un momento incómodo así que lo mínimo que puedo hacer es disculparme aunque... en primer lugar, si no me hubieras seguido, no tendrías por qué haber sido testigo de lo que ocurrió...
Jun se sentía muy frustrada; lamentó, por quién sabe cuánta ocasión, que su educación de mujer sumisa le impidiera decir lo que realmente estaba pensando. Le habían enseñado que jamás se le debe cuestionar a un hombre sus acciones, por poco éticas que éstas sean, y por eso era que Jun no se atrevía a decirle a Alexander que su comportamiento era bastante deplorable y que estaba actuando de una forma distinta a como siempre se había comportado. Fue en ese momento en el que Jun, al igual que Clara, tuvo la respuesta a la pregunta de qué veía Alexander en Adrianne, y era que ésta no solía quedarse callada cuando se trataba de criticar la actitud del violinista. ¿Por qué no podía ser Jun igual que ella? Quizás porque Adrianne había sido educada en un país diferente o quizás porque así era su personalidad. De cualquier modo, también era cierto que, hasta el momento, Alexander había hecho caso omiso de la intempestiva declaración de amor de la señorita Wang, era como si ella nunca la hubiera dicho. Ciertamente que no fue el mejor momento para que Jun le confesara que estaba enamorada de él pero al menos esperaría que Alexander fuese un poquito más sensible al respecto. En su enamorada cabecita no se le pasaba la posibilidad de que el italiano estaba ignorando su demanda de amor por el hecho de que él amaba a alguien más pero no podía culpársele a la china por querer ilusionarse, el haber soltado lo que sentía ya había requerido de mucha valentía de su parte (o de desesperación).
- Sé que no debí de haberte seguido pero tú tampoco debiste haberla seguido a ella.- replicó Jun, haciendo énfasis en el pronombre.- ¿Y si te hubiera visto tu esposa? Tuviste suerte de que fuese yo quien los encontró primero.
- No sé si a eso se le pueda llamar suerte pero estoy de acuerdo en que, de los males, el que tú nos encontraras fue el menor, querida Jun.- respondió Alexander, no muy convencido.- Aun así, tampoco fue bueno el resultado contigo como variable.
- Es ésa tu manera de decir que no te agradó mi confesión, ¿verdad?.- musitó Jun, bajando la mirada.- No estás feliz porque te dije que estoy enamorada de ti.
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El Sonido del Silencio.
RomanceUna joven reportera mexicana busca una segunda oportunidad en Europa tras haber sido desterrada de su país debido a ciertos roces que tuvo con el narcotráfico; mientras trata de reconstruir su vida en el Viejo Continente, ella convivirá con personas...