Capítulo 23

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Cuando salieron de la sala y la Dama Gris aclaró que solo familiares debían quedarse, Cassie no esperaba a Tatiana incluida en el árbol familiar. ¿Cómo había pasado? ¡Bah! Sabía cómo pasaba. La pregunta más bien era ¿por qué? ¿Cómo se atrevió a concebir otra hija? ¿En qué momento? A juzgar por el físico podía ser un poco mayor que Lisette. Durante la charla, Cassie no hacía más que analizar los rasgos de su media hermana. Se parecía a su madre. Una punzada en el pecho la hizo caer de su última esperanza, no era adoptada. El color del cabello y la forma era igual que el de Lisette y Madeleine; negro carbón y rizado. Su madre lo tenía más lacio, y Tatiana corto, la única diferencia. Si ella no se hubiese cambiado nunca el color de cabello, el rasgo también la definiría como parte de la familia.

De las tres, Cassie era la más parecida a su padre. Ojos celestes, tez pálida, labios finos, y hasta el lunar sobre el labio superior los identificaba como padre e hija. Agradecía que así fuera.

Mientras Madeleine se dedicaba a "explicar" los acontecimientos, ella solo escuchaba blah, blah, blah. Todo era mentira, no necesitaba prestar atención para saberlo. Estaba confundida, decepcionada, furiosa. Sí, estaba muy furiosa. Sus hermanas necesitaban la explicación como un bebé necesita el cambio de pañal. Un requisito para continuar estable. No las culpaba, tampoco les impediría que la recibieran. Cassie nunca supo cómo justificar la ausencia de su madre a lo largo de los años. Mientras más crecían, más preguntaban por ella. Su padre lo intentaba con tanto fracaso que ella asumió el mando.

Verla entrar al gran salón le devolvió todos los recuerdos borrosos y perdidos que quedaron estancados en una esquina refundida de su memoria. Sintió una pizca de añoranza. Era una buena madre en ese entonces. Gentil, amable, amorosa. Era improbable recordarlo, la vio apoyándola a dar sus primeros pasos, sonreírle cuando le cambiaba el pañal, preocupándose cuando la leche se acababa y quería más. La vio despedirse con orgullo en los ojos al dejarla en la puerta de la escuela por primera vez. Se recordó de ambas jugando en el jardín, de su padre empujándola en el columpio mientras su madre los miraba con aprecio. Más importante, la vio disfrutar los dos embarazos siguientes; ¡Tendrás una hermanita!, ¡tendrás otra hermanita!, serás un modelo para ellas, Cassie. Siempre serás mi niña, no importa cuánto crezcas, no importa cuántas hijas tenga, siempre te querré.

Le creía, en un pasado le creía. Habría cruzado el Atlántico si ella lo requería. Se sentía estúpida por haberla defendido todos estos años. Lo que más la mortificaba era el último recuerdo.

–Cuida bien de tus hermanas, Cass –susurró su madre en medio de la noche, despertándola.

– ¿mamá? –dijo en un bostezo.

–Shhh. Vas a despertarlas.

– ¿A dónde vas? –Cassie se sentó en la cama, pasando sus manos por los ojos para mantenerlos abiertos.

Su madre evadió la pregunta.

–Escúchame, Cass, tienes su destino en tus manos. Puedes hacerlo, confío en ti. Eres valiente y lista. Serías el orgullo de cualquier madre.

Le pasó la mano por el cabello. Se tomó un momento para pensar si era prudente decir algo más. Con los ojos cerrados, se llevó la cabeza de su hija a los labios, plasmando un largo beso lleno de dulzura. Se acercó a su oído, lugar donde le susurró lentamente:

–Eres una bruja. Las tres lo son. Enséñales lo mejor que sabes. Nos veremos más pronto de lo que imaginas.

Dicho lo cual se levantó. Una de sus manos pasó por su mejilla, retirándose unas cuantas lágrimas. Cassie se quedó plasmada. El sueño había desaparecido de por vida.

Cazadores vs BrujasWhere stories live. Discover now