Capítulo Cuatro

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Jennifer no podía dar crédito a todo lo que veía que estaba pasando a su alrededor. Hacía escasos minutos estaba atrapada entre las garras de aquél bastardo que había violado a su querida y pobre amiga Saraí -la cuál yacía a pocos metros de su posición-, y ahora estaba tirada en el suelo.

Saraí parecía estar mal herida, o quizás incluso sin vida, no se movía, no se quejaba ni decía nada. Por lo que pudo ver a través de sus constantes lágrimas y desde donde ella se encontraba , su piel era extremadamente pálida. Y de sus brazos eran visibles las señales de marcas de mordiscos, varios de ellos, que aún estaban sangrando.

<<¿Qué estaban haciendo aquellos dos hombres con ella? ¿Morderla? ¿Chupándole la sangre? Pero aquello era imposible... <<¿Por qué harían eso?>>

Y ahora un perro enorme, de apariencia espeluznante, apareció de la nada. Se aproximaba lentamente, mordiendo y destrozando a todo aquél que se le acercaba mientras iba directo hacia ellas.

Tembló de miedo y los dientes le castañearon, con  la sola idea de ser devorada por aquella bestia inmunda. Pero el animal no las atacó. Todo lo contrario, parecía que las estaba protegiendo; las cosas sin dudas se ponían cada vez más extrañas.

Y cuando vio a los hombres que la habían atacado a ella y a Saraí con largos colmillos asomando por sus bocas, comprendió que se trataban de vampiros.

<<¡Oh, Dios mío! ¡Los vampiros existían y ellas estaban allí atrapadas con ellos alrededor! Y para colmo, no paraban de aparecer más y más de esas criaturas>>.

Pero entre todos los recién llegados, un hombre rubio de larga cabellera destacaba entre ellos. Iba vestido todo de negro y de cuero. Por lo visto, no era muy amigo de los otros, ya que los estaba atacando. Blandía un largo látigo y con éste, comenzó a dar diestro y siniestro a todo aquél que se atrevía a desafiarle.

¡Por fin tenían ayuda!, pero Jennifer no creía que una sola persona pudiera con toda esa horda de vampiros.

El ladrido de otro perro igual de intimidador o más que el anterior, apareció junto a ellas y al igual que el otro, parecía que no tenía intenciones de dañarlas, sólo de protegerlas.

<<¿De donde salían esos extraños animales?, ¿qué estaba pasando?>> Jennifer no encontraba respuestas a todas sus dudas, solo sabía que al rubio lo superaban en número.

El hombre la miró y le dijo que no se moviera de allí. Pero ella no quería seguir en aquél horrible lugar, esperando a que la muerte viniera a por ella.

Miró al coche de su amiga que no estaba muy lejos de donde ellas se encontraban. Quizás si era lo suficientemente veloz llegaría hasta allí y podría salir de ésta. Solamente tenía que coger las llaves que Saraí tenía en el bolsillo, echar a correr mientras los demás peleaban y montar en el auto.

Le daría gas y se acercaría a por su amiga, la cuál tenía la pinta de necesitar urgentemente atenciones médicas. Y si alguno se tropezaba en su camino, lo atropellaría sin dudarlo dos veces. ¡Aquellos cabrones que lastimaron a su mejor amiga, se merecían pagar por ello! Luego llamaría a la policía y a la ambulancia, les daría la dirección de aquél asqueroso lugar; la decisión estaba tomada.

Se arrastró lentamente hacia el cuerpo inerte de su amiga, con los ojos aún anegados en lágrimas.

<<Seguro que aún está viva>>, se dijo una y otra vez. Simplemente se negaba a creer que Saraí estaba muerta y que había desaparecido para siempre de su vida.

Esclavo de las Sombras (Historia pausada)Where stories live. Discover now