Capítulo Siete

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Después de recibir la llamada de Dylan donde los citaba para cenar esa misma noche en la central para luego asistir a la reunión programada, Mitchell se lo comentó a Jennifer nada más colgar el teléfono. Ella en respuesta se había ilusionado mucho con la idea de que hablaran sobre su caso. Espera que su problema quedara resuelto lo antes posible.

Pero a los pocos minutos la expresión de su femenino rostro cambió por completo...

—¿Y qué ropa me voy a poner? —preguntó con preocupación—. ¡No puedo presentarme allí con unos simples pantalones vaqueros! —exclamó exasperada.

Mitchell la miró sorprendido por su cambio de humor tan inesperado y sin entender muy bien la importancia que podría tener el atuendo para una cena... ¡¿Qué más daba lo que uno se pusiera?! Con tal de ir vestido...

—Te pongas lo que te pongas, seguro que te queda muy bien —le dijo—. Por mí como si quieres ir en ropa interior —añadió con una mirada socarrona.

Ella casi lo fulminó con la mirada y después de respirar profundamente un par de veces, le dijo con voz más calmada:

—Tengo que ir de nuevo a mi apartamento a por un vestido decente y acorde con la ocasión —dijo con firmeza.

Y antes de que él le contestara o dijera algo más, Jennifer se dirigió a su habitación para prepararse para la salida.

Comprobó que llevaba todo lo que necesitaba en su bolso y cuando pasó por al lado del hombre que la miraba anonadado, le dijo a la vez que arqueaba una de sus finas cejas rubias:

—¿Me acompañas o voy yo sola?

—¿En serio piensas que te voy a dejar ir sin mí? —sus ojos penetraban los suyos—. Parece mentira que aún no te hayas dado cuenta lo peligroso que es salir a la calle a estas horas... —le regañó con voz plana.

Tomó las llaves de su moto que estaba encima de la mesita donde descansaba el teléfono fijo, y abrió la puerta. Se hizo a un lado, dejando el hueco de la misma libre.

—Las damas primero —hizo una pequeña y cómica reverencia, mientras la dejaba pasar.

Jennifer sonrió con su broma y le hizo gracia el cambio repentino de humor que tenía el hombre. Sin dudas los dos tenían mucho en común.

Con paso apresurado cruzó la puerta deseando estar pronto de regreso. Tenía que acicalarse para esa noche y quería lucir guapa porque... por... para... ¿Para Mitchell?. No, no podía ser que ella estuviera pensando en agradarle a ese pedazo de hombre... No, ella no era de esas que iban por ahí luciendo palmito para gustar a los del sexo contrario... ¿O se equivocaba y sin quererlo, estaba cambiando y ya no era la misma?

Ese hombre la hacía comportarse de una manera extraña. Estando junto a él se sentía mujer, atractiva y deseada... ¿Qué tenía Mitchell que la hacía ser consciente de su feminidad?

Mientras ella le daba vueltas a esas preguntas y otra más en su cabecita, el exterminador no le quitaba el ojo de encima al redondo y prieto trasero que se perdía tras la puerta abierta.

Aunque la mujer no lo hiciera a drede, tenía unos movimientos muy sensuales y sugerentes y a él no les pasaba desapercibidos ninguno de ellos.

Hacía más de una semana que no gozaba del cuerpo de una hembra y eso estaba acabando con él. Todo lo que miraba a su alrededor lo relacionaba con el sexo y no sabía cuánto más iba a aguantar esa situación.

Si no conseguía llevarse al centro de sus deseos a la cama, acabaría loco. Tenía que convencer a Jennifer de que él era el hombre que ella buscaba para calentar su cama. Debía hacerla entender que había muchos placeres en la vida creados para disfrutar sin compromiso alguno. Sexo por sexo, sin pedir nada más a cambio.

Esclavo de las Sombras (Historia pausada)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt