Extra uno

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✶ ANTES DE ZARA ✶

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✶ ANTES DE ZARA 


Las columnas de humo se elevaron en dirección al cielo repleto por nubes grisáceas. No consiguieron llegar a él, entre las gotas de lluvia quedaron atrapadas poco antes de alcanzar la misma altura que mis rodillas.

El aire parecía estar molesto. Soplaba con fuerza irrazonable y azotaba las flores, arrastrándolas por el suelo repetidas veces. Era impaciente, levantaba sus pedazos como si fuese un juego al que solo él tenía derecho, nadie más.

Con caricias rudas revolvía mis cabellos e impecable traje, pero seguí de pie, como si la tormenta no significase ningún peligro para mí en realidad.

No tuve frío, tampoco sentí miedo.

Nada parecía quedar. Ni siquiera tuvo importancia el peso de las memorias que daban vueltas en mi cabeza al igual que una ruleta que de repente, por ella sola, decidió congelarse en el último puesto. Apuntando justo hacia lo más alto; la casilla mal colocada se encontraba en blanco.

Un gran vacío se instaló en mi pecho para estudiarme con perspicacia. De alguna forma me había convertido en su atracción.

Aún después de haberlos abierto, pude mantener los ojos como dos cortinas pegadas al techo, sin parpadear. Realmente les tomaba tiempo adaptarse al panorama en el que tan solo emergí.

De un acto, simplemente había saltado a otro.

El tiempo transcurría a toda prisa y no me ubicaba sobre el escenario, ni en la escena que se desenvolvía a mí alrededor con ferocidad. Me encontraba totalmente fuera del compás.

Hice un nuevo esfuerzo.

Intenté enfocar de mejor manera los objetos que eran llevados por la brisa, pero todavía no lograba hacerlo con precisión.

Estuve seguro de haber observado mis manos y no sentir absolutamente nada mientras las diminutas porciones de agua iban cayendo sobre mí.

Me gustaba el aroma que tenía la tierra húmeda cuando llovía, y por alguna razón no fui capaz de percibirlo.

Por más que me esmerara, tampoco logré escuchar ningún sonido, ni siquiera proveniente de la persona cerca de mí que observaba detenidamente los postes de luz agitar sus cables con mayor elocuencia.

Pegó un salto de metros de altura cuando uno se soltó de un lado y salió despedido como un corcel salvaje.

Las chispas empezaron su danza, siguiendo la coreografía que al viento se le vino en gana.

Aquel individuo se volteó hacia mí, y entre la nebulosidad de lo que apenas lograba distinguir, permaneció suspendido en el aire a la par que realizaba movimientos espontáneos en contra del cabo suelto.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora