Capítulo siete

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✶ SENTIMIENTO ✶

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✶ SENTIMIENTO 


Me removí en la silla y observé a mi madre. Todavía me miraba con el entrecejo fruncido. Se la había pasado así la mayor parte del tiempo, lanzándome sus típicas miraditas furibundas y amenazantes. Evidentemente declaraba que estaba en problemas.

—Mañana por la tarde hablaré con el electricista para que revise la caja de fusibles. Doy por hecho que algún cable está haciendo cortocircuito —comentó papá mientras agitaba el tenedor.

Durante casi toda la cena, se la habían pasado hablando del extraño resultado que encontraron en el estallido de un tercer foco.

Una vez concluida la comida, mamá se levantó de la mesa y me observó de soslayo.

—Zara, necesito tu ayuda con los trastes —dijo con severidad.

Tragué saliva.

Ignorando las miradas de los tres hombres de la casa, comencé a apilar los platos para luego llevárselos a la cocina.

Cuando me sintió entrar se volteó y cruzó de brazos.

—La entrenadora me llamó —expuso.

Casi dejo caer los platos con brusquedad dentro del fregadero.

—¿Ah sí? —Abrí la llave, fingiendo no tener menor idea, pero sabía, mucho más de lo que deseaba.

—No entiendo que sucede contigo. El desastre de la anterior semana lo dejé pasar porque creí que habías olvidado cerrar la puerta. Pero ahora, tu entrenadora me comenta que te has pasado de insolente. ¿Por qué le has hecho daño a tu compañera?

Los nervios me atacaron a tal punto en que mis manos comenzaron a sudar. Yo no era buena mintiendo y ella lo sabía bien.

Corté el paso de agua y me volví en su dirección.

—Yo no le he hecho daño, ha sido un accidente.

Dejó salir una fuerte exhalación. Supuse que estaba haciendo un esfuerzo en vano por controlarse.

—Nunca creí que tendría que recurrir a esto. Estás castigada —rezongó.

—¿Qué?

—No puedo tolerar esta clase de actos funestos.

—¿Qué sucede? —Papá ingresó por la puerta, se le notaba la preocupación en su rostro afligido. Supuse que los gritos pudieron haberse escuchado hasta la casa del vecino. Perfecto. Lo que menos necesitaba era recibir más acusaciones falsas.

—Aquí, tu hija se las ingenió para arrojarle toda una pila de pupitres a su compañera. ¡Casi la mata!

Negué con la cabeza, sin poder entender. El nudo en la garganta comenzó a aparecer y las gotas de agua salada amenazaban con empezar a mojarme las mejillas. Sonaba muy mal, yo no podría ser capaz de actos tan infames, pero mi madre al parecer, así lo creía.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora