Capítulo dieciocho

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✶ PUERTA ✶

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PUERTA ✶


Hice una mueca y puse los brazos como jarras.

—Llegó en nombre del circo. Tú sabes algo sobre esa caja, ¿cierto? —insistí.

—Pues sí. —Guardó silencio durante un segundo—, le pertenecía a alguien del grupo de trapecistas.

Me sorprendió, aunque ya no había surtido tal efecto de incertidumbre como el de antes.

—Asumo que alguna estrella del circo.

—Prácticamente —afirmó—, formaba parte del elenco principal.

—¿Por qué enviarme eso a mí? ¿Crees que él me lo envió?, si no, ¿quién? Se supone que todos están muertos.

Abrió la boca para responder y ninguna palabra abandonó sus labios al final.

—Lo siento, no quiero parecer tan insensible, es solo que necesito respuestas.

Giré en redondo, con la cabeza gacha. No sabía si perseverar tanto para que me dijera algo estaría bien, pero me empezaba a desesperar y eso se limitaba a hacerme sentir como una inútil.

De reojo logré ver una inestable mancha blanca flotar hasta que imposibilitó mi vista. Palpé la tela húmeda sobre mi cabeza y caí de cuenta que se trataba de la toalla que le había arrojado hacía un par de minutos antes.

—No, tienes razón. Esto tan solo se divide un sinnúmero de posibilidades.

—Pero...

Levanté la tela al tiempo en que asomaba la vista y me petrifiqué. Thomas de pie junto a la puerta, me miró de pies a cabeza.

—Necesitas comer algo —me dijo.

Por la forma pausada en la que hablaba, supuse que vio algo que lo había incomodado. Y claro, empezando porque yo estaba tan presentable con su sudadera. En ese momento empecé a ser yo la que abría la boca como pez.

—Baja —agregó poco antes de apresurar el paso lejos del lugar.

Volví la mirada y me percaté que Ashton examinaba con disgusto hacia la misma dirección por la que Thomas se había marchado. Con el entrecejo fruncido se precipitó a mi lado y sentí su mano posarse sobre mi cintura.

—Llámame por cualquier cosa —dijo—. Estaré a tu lado en menos de un pestañeo.

Y lo sabía mejor que nadie. Sin embargo, aún había muchas preguntas que deseaba poder hacerle y parecía ser que el tiempo era escaso.

Rápidamente me puse los pantalones y las converse. Aseguré la toalla en mis rizos y me apresuré en alcanzar a Thomas.

A paso lento me acerqué al mesón de la cocina y lo vi mirarme de reojo. Preparaba algo en la estufa y, al juzgar el grato aroma que se dispersaba por la casa, confirmé que preparaba crepes, mis favoritos. Él lo sabía, al igual que muchas otras cosas. Me tranquilizaba que pudiésemos conocernos al derecho y al revés, sin secretos.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora