Capítulo 1

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JAMAS debió casarse con él. Fue una tonta al pensar siquiera que eso podía
resultar. ¡Una maldita tonta!

____ golpeó con los puños el borde de la ventana y las lágrimas nublaron su vista,
impidiéndole mirar los magníficos jardines de South Park. Apretó los dientes, se
apartó de la ventana y cruzó el dormitorio. No era el momento de llorar, ni de luchar
para vencer la sorpresa que le produjo ese doloroso frío en el corazón; tampoco era el
momento de tratar de aceptar lo que acababa de ver y escuchar.
Tal vez la fiesta de esa noche sería una bendición disfrazada, se dijo irónica.
Mientras representara el papel de la mujer de Justin Justin... la perfecta anfitriona
de sus colegas de negocios, de la gente que podía serle útil a él... podría liberarse del
dolor.

Pero cuando vio su imagen en el espejo, comprendió que ese pequeño consuelo
sólo era una quimera, el dolor se reflejaba en sus ojos verdes. ¿Cómo podía aceptar
que Zanna Hall, la mujer a quien Justin amó obsesivamente estuviera allí de nuevo?
¡Obviamente había sido invitada por él y lo que era peor, llevaba consigo a su hijo
ilegítimo de dos años, quien era el fruto de su apasionada y aciaga aventura!
Por un momento, la terrible intensidad del dolor que mantuvo bajo control desde
su aborto, hacía tres meses, amenazó con destrozarla, pero lo venció, negándolo antes
de que alcanzara un nivel intolerable que la dejaría como un ser inútil. Apretó la suave
curva de su boca, tomó un peine, frunciendo el ceño al ver el temblor de su mano y se
lo pasó por el cabello oscuro y lacio. Haría lo que siempre hacía cuando esperaban
invitados. Se apegaría rígida a la rutina, y de esa manera tal vez estaría a salvo y
podría salir de la prueba con su dignidad intacta; era lo único que le quedaba, por lo
menos la apariencia de ella. No tenía orgullo para aferrarse a él; nunca lo tuvo, no en lo
que concernía a Justin, de lo contrario jamás habría aceptado casarse con él.
Cerró los ojos tratando de olvidar ese hecho degradante. Poco después, salió de
la habitación con paso ágil y se dirigió a la cocina, para verificar cómo iban las cosas.

Los invitados llegarían en cualquier momento, las habitaciones ya estaban dispuestas.
Las discusiones de negocios se prolongarían durante la mayor parte del fin de semana,
pero esta vez, dos hombres iban acompañados de sus esposas y debería atenderlas
mientras aquellos arreglaban sus asuntos. El recorrido de los jardines de South Park
siempre era agradable, en especial con ese glorioso clima del mes de junio. Tomarían
el té en la terraza, charlando ociosamente de cosas de mujeres, y tal vez a la mañana
siguiente, irían a la aldea, para visitar la iglesia normanda y las pintorescas ruinas de la
abadía.
Y todo el tiempo sin que nadie adivinara la situación por la que estaba pasando, ni
lo que ella sentía.
Al entrar en la enorme cocina, percibió el aroma de las hierbas recién picadas, y a señora Penny, la cocinera y ama de llaves en South Park, desde que los padres de
Justin vivían allí, excepto por una breve y desafortunada ausencia hacía tres años,
comentó refunfuñando:
— ¡Como si no hubiera tanto trabajo! —meneaba con vigor una cacerola llena de
pescado y sus astutos ojillos azules miraron de reojo a ____—. ¿Usted sabe por qué ha
regresado esa mujer? Entró dándose aires de importancia y pidió que le llevaran el té
al estudio y leche y galletas para el pequeño, que además es la viva imagen de su padre.
Es una desvergonzada.
Rígida, ____ inspeccionó las verduras frescas, dispuestas sobre la mesa de picar.
Así que la señora Penny se percató del inconfundible parecido entre padre e hijo;
después de todo, era evidente. Tratando de controlar la rigidez del cuello y los
hombros, clavó la vista en las diversas bandejas. No tenía objeto-hacer públicos su
dolor y su humillación. Vio las legumbres frescas, todas recolectadas del huerto
familiar esa misma mañana, pero su interés era fingido y no logró interrumpir la
implacable perorata de la señora Penny.
-Y cuando fui a recoger la bandeja, no hace ni diez minutos, ella seguía allí y me
informó que piensa quedarse. ''Quiero que me prepare una habitación, señora Penny"
—declaró con tono de mando— "y tambíen una para Harry, por supuesto". El niño, por
cierto, es encantador y además no tiene la culpa de nada, ¿no es cierto? Pobre
pequeño. Yo le respondí de inmediato "Me temo que estoy demasiado ocupada, señorita
Hall, porque aún es la señorita Hall, ¿verdad?" Ella no me contradijo, por lo visto no se
ha casado con nadie... ¡ni con el padre de Harry! —como si quisiera subrayar sus
excesivas ocupaciones, se dirigió al fregadero para lavar una lechuga y gritando para
hacerse oír por encima del chorro del agua, declaró—: ¡No me imagino que trata de hacer ese esposo suyo, alojándola aquí! ¡Lo único que sé es que ella siempre ha causado
problemas!
Hedí sabía muy bien por qué Justin le ofreció alojamiento a Zanna, peí o era
algo en lo que no soportaba pensar en ese momento, así que replico en tono represivo:
-Estoy segura de que el señor Justin tiene sus motivos
La señora Penny dejó escapar un irreprimible bufido.
-¡No me hable del "señor Justin", querida! Para mí siempre ha sido Justin, desde que empecé a trabajar aquí para sus padres, cuando el tenía diez años. ¡Y
siempre será Justin!
____ se estremeció. Deseaba tener la confianza de la señora Penny, su seguridad
de sentirse aceptada... pasara lo que pasara. En una época, bendecida con el poder del
amor y la ciega esperanza de la juventud, poseyó todo eso. Tenía el firme propósito de
intentar que Justin la amara, segura de que con el tiempo, él olvidaría la aciaga y
turbulenta pasión que había sido su obsesivo amor por Zanna. Qué tonta. Obligándose
a sonreír, comentó con tono tan ligero como le fue posible:
—Si todo está bajo control, iré a esperar a nuestros primeros invitados. Ya es
muy tarde, así que prescindiremos del té. Justin les ofrecerá algo de beber. Iré a
buscarlo.
Pero no lo hizo, por supuesto. Media hora antes había ido a buscarlo para hacer
precisamente eso, pensando que estaría en su estudio, pues cuando le daba los últimos
toques a la mesa para la cena, oyó llegar su auto. Últimamente, él ya no se molestaba
en anunciar su llegada. El matrimonio había degenerado hasta convertirse en algo
distante, se trataban con una helada cortesía superficial que los separaba más cada
día, haciendo que los lazos de su relación se extinguieran inexorablemente.
Al acercarse al estudio, había puesto en su rostro una leve sonrisa impersonal,
ahora habitual en ella, pues se prometió que jamás le dejaría ver el dolor que le
causaba su alejamiento físico y mental. De nada serviría que él adivinara el apasionado
amor que ella aun sentía por él, tal vez eso lo disgustara, apartándolo todavía más.
____ había adquirido el hábito de calcular el tiempo, esperando, siendo todo lo que él
quería que fuera y nada más. Nunca otra cosa. No ahora.
La puerta del estudio estaba entreabierta y alzó la mano para apoyarla contra la
pulida madera, cuando esa voz ronca que tan bien recordaba, la hizo detenerse. Jamás
olvidaría el tono de sirena de Zanna, ni aunque viviera cien años. Al principio no tuvo
sentido; las pesadillas muy rara vez lo tenían. Zanna se alejó de allí tres años antes,
dejando a Justin casi devastado, viviendo en un amargo aislamiento en South Park.
-Tuve que volver a tu lado, querido. Ese funesto matrimonio ahora ha terminado.
Y no voy a fingir que no me alegro... no puedo ser tan hipócrita. Además, no negarás
que nuestro hijo debe conocer a su padre. Como madre soltera, le he proporcionado a
Harry todo el amor del mundo, pero aun así necesita a su padre. Instintivamente, ____ empujó un poco la puerta y el destello de desconcertada
incredulidad en sus ojos verdes se convirtió en uno de sorpresa y conmoción al ver el
cuadro que quedaría grabado para siempre en su mente. Zanna, tan llamativa y
encantadora como siempre, con el cabello rojizo, rizado alrededor del rostro en forma
de corazón, estaba recostada en uno de los sillones tapizados en piel, Justin se había
inclinado hacia ella, con los duros rasgos suavizados en una expresión que ____ no
había visto en meses y que quizá jamás volvería a ver, como no fuera en los sueños que
a diario la atormentaban. Y el niño.
Tendría unos dos años. Estaba jugando en el suelo, con un pisapapeles en las
regordetas manecitas, golpeando el improvisado juguete contra la gruesa alfombra,

Obsesión salvaje Justin Bieber y _____Where stories live. Discover now