Capítulo 8

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___ estaba tranquila, muy calmada. Por lo menos eso pensó, hasta que Justin
se acercó a ella y todas las células de su cuerpo se pusieron en estado de alerta roja.
Apareció en el vano de la puerta de la cocina, daba la impresión de haber
caminado muchos kilómetros. Tenía la camisa empapada en sudor y pegada al cuerpo, el
cabello húmedo y alborotado, como si se hubiese pasado las manos por él una y otra
vez. ____ vio la envolvente intensidad de su mirada y se estremeció. Se veía exhausto,
agobiado y su amor por él hizo que se le retorciera el corazón y lo compadeció.
Estuvo a punto de hacer lo que él le pidiera, de ser lo que él quisiera, pero
moviendo inconscientemente la cabeza, hizo a un lado la tentación. La crueldad
emocional que emanaba de él, con seguridad se debía al nuevo rechazo de Zanna; y no
tenía nada que ver con el hecho de si ella estaba dispuesta o no, a olvidarse del
divorcio.
—Cenaremos dentro de media hora —la banalidad de sus palabras quedó negada
por el tono duro, acentuado por un dolor tan sombrío como desconocido y ella asintió
muda, incapaz de hablar, con la boca seca; se volvió a ciegas hacia el fregadero en
donde, justo antes de que él entrara, estaba lavando la ensalada.
Lo oyó moverse a su espalda, en camino a la salida y sintió que su cuerpo se
tensaba bajo la. imponente conciencia de él. Sólo cuando lo oyó subir la escalera y
luego sus movimientos en el baño, se relajó. Con los ojos cerrados, se apoyó contra el
fregadero y se obligó a recobrar la serena aceptación, el estoicismo que encontró a lo
largo del soleado día. No estaba dispuesta a ocupar el segundo lugar en la vida de él y
tampoco podía hacerle aceptar lo que le hizo Zanna. Nadie podía hacerlo. El tendría
que recurrir a sus reservas de fortaleza mental para lograr eso y era lo bastante
fuerte para hacerlo.
Fugazmente, se preguntó por qué la otra mujer volvió a alejarse. Parecía
decidida a reemplazarla como la esposa de Justin, más que feliz con la situación,
reconoció que su intención era legitimizar a su hijo y permitir que llevara el apellido de
su padre. Era evidente que la maternidad no logró domar la vena fogosa y temeraria
que era una parte dominante del caprichoso carácter de Zanna Hall. Nadie podría
domarla ni enjaularla y seguiría adelante con su vida haciendo exactamente lo que
quisiera, sin importarle quién resultara herido en su avance egoísta y extravagante.
____ se apartó del fregadero e irguió los hombros. Se negaba a seguir pensando
en eso, ya tenía suficiente con tratar de conservar la calma. Decirle a Justin que

quería el divorcio requeriría una fortaleza de carácter y una determinación que
esperaba tener.
Debía preparar la cena y se concentraría en eso; las carnes que sacó del
refrigerador apenas empezaban a dorarse cuando Justin bajó, ella le dirigió una
rápida mirada interrogante que no le dijo nada acerca de su estado de ánimo, excepto
que se había dado una ducha y ahora vestía una camiseta negra sin mangas y un
pantalón ajustado.
— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —se ofreció él amable. ____ trató de que
su voz fuera jovial y de dar la impresión de eficiencia; mientras ponía el mantel y
sacaba el pan y la ensalada, comentó:
—No, gracias —pero quería decirle que lo único que podía hacer por ella, era
ofrecerle una amnesia permanente, hacerla olvidar que alguna vez lo conoció y lo amó.
—En ese caso, abriré una botella de vino -^-su tono era inexpresivo, cortés.
Frenética, ____ se preguntó cuándo le pediría su decisión y luego apartó de su mente
ese enervante pensamiento. El se lo preguntaría cuando estuviera dispuesto y mientras
tanto, había algo que podía hacer por él. Una última cosa.
Volteó las carnes en la sartén y tomó la copa de vino tinto que él le ofrecía,
vaciándola de dos grandes tragos; de inmediato se sintió mejor. El valor que el vino
pudiera proporcionarle sería mejor que no tener ninguno, se dijo sensata y sacó de la
alacena la mostaza y la mermelada.
—La mano pródiga de Templeton con el champaña debió aficionarte a la bebida
—declaró él con tono seco—. Lo más que te había visto beber antes fue media copa de
vino y la hacías durar toda la velada.
Sin embargo, volvió a llenarle la copa y ella ignoró la indirecta acerca de la
botella de Pol Roger que Justin debió ver cuando entró a la casa de William, para
sacarla por la fuerza. Eso no era importante, pero sí lo que tenía que decirle.
Sirvió las carnes en dos platos, los llevó a la barra y retuvo el aliento antes de
hablar, sin mirarlo a los ojos.
—Lo que antes comentaste... acerca de sentirte culpable. No debes pensar así.
Lo que sucedió no fue culpa tuya; nadie habría podido evitar ese accidente.
Lo miró entonces, porque el silencio fue tan prolongado, tan cargado de tensión
que cuando sus ojos chocaron con aquellos, grises y acerados, volvió la cabeza a toda
prisa, porque lo que vio en ellos fue compasión, lástima. No podía soportar eso.
—Eras tan feliz hasta entonces —comentó él con voz ronca—. Yo sabía lo mucho
que deseabas ese hijo, ¿Cómo podía dejar de sentir el peso de la culpa? Era como una
tonelada —se sentó a su lado y se acercó, sujetándole la barbilla entre los dedos
índice y pulgar y obligándola a mirarlo a los ojos—. Tenía razón, ¿no crees? Fue algo de
lo que no lograste reponerte. Tus celos por Harry me atravesaron como un cuchillo.
Durante ese fin de semana te vi paralizarte, morir un poco más en tu interior. No
puedes imaginarte lo que eso me afectó. No es fácil vivir con la culpabilidad.
Culpabilidad. Una palabra que consumía, derrotándolos, cortando los tenues lazos
que alguna vez los unieron. No era de sorprender que él la hubiese apartado de su vida,

Obsesión salvaje Justin Bieber y _____Donde viven las historias. Descúbrelo ahora