04| Enhorabuena

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—¿Un viaje? —cuestionó Spencer observando atónita el papel con la información que había repartido el tutor a todos los integrantes del aula

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—¿Un viaje? —cuestionó Spencer observando atónita el papel con la información que había repartido el tutor a todos los integrantes del aula.

—Suena interesante —comentó Parker reclinándose sobre la silla—. Es un viaje para todo el último año.

¿Interesante? Claro que sonaba interesante. Se trataba de un viaje a Hawaii, ¿cómo no iba a ser interesante? El problema era que ya había un presupuesto fijo para ese viaje y era para dentro de un mes.

Ni en un mes ni en un año ella podría pagar esa cifra.

—Yo no creo que vaya —murmuró poniéndose en pie, pues acababa de sonar la campana que indicaba que era la hora de comer.

Thomas se levantó y echó a andar tras ella.

—Spencer, no digas eso. Sabes que yo mismo puedo pagar tu viaje sin problemas.

—Y yo te lo agradezco mucho, pero me niego.

—¿Por qué?

Frenó en seco y se volvió para mirarle.

—Porque no puedo depender constantemente de vosotros; de Dalia y de ti. —Le dio un abrazo—. En serio, gracias por portaros siempre tan bien conmigo, pero estar aquí me hace ser muy dependiente.

Una vez que se separó, las manos de Thomas le frotaron la cabeza en gesto cariñoso.

—Bueno, ¿vamos a comer?

Spencer se llevó la palma de la mano a la frente en señal de haber recordado algo.

—Se me ha olvidado la fiambrera. Voy a por ella. Tú ve cogiendo sitio, yo no tardo nada. —Acto seguido dio media vuelta y echó a correr por el pasillo dirección al aula.

Tanto tiempo en esa escuela y aun se olvidaba la comida en clase. Menos mal que no cerraban las aulas entre horas. Si fueran tan estrictos con los robos como el instituto público al que iba, seguramente ya habrían echado la llave.

Entró tan rápido que no se percató de que había alguien a punto de salir en aquel momento, por lo que chocó contra esa persona como si se hubiera golpeado con un muro en todo el morro.

Fue en ese momento de choque, que un olor familiar se filtró por su nariz, acompañado de un perfume muy especial. Fue tan solo un instante que lo notó, pero tan solo le bastó ese instante para saber quién era. Sus piernas comenzaron a temblar y su corazón a palpitar.

Levantó la vista y ahí estaba, mirándola de un modo ambiguo. Se debatían sus ojos entre la molestia y la nostalgia. En ellos parecía estar discutiendo muchas emociones. Ella sentía que se iba a caer de espaldas como continuara observándola tan de cerca. Habían pasado meses sin estar tan cerca y aún no había olvidado su olor.

Bruce, al igual que ella, también se había quedado inmóvil durante unos segundos. No podía apartar la vista de ella; de aquellos cabellos castaños y aquellos ojos color chocolate. El dulce no le apasionaba, pero si venía de ella siempre le apetecía.

Hacía meses que no la tenía tan a su alcance. Deseaba con todas sus fuerzas estirar el brazo para acariciar su cabello, su cara, poder tocar con el pulgar la punta de su nariz. Pero la voz de Spencer le trajo a la realidad. Y a ella también.

—Lo siento. —Se disculpó pasando por el hueco que tenía al lado.

—No pasa nada... —dijo él en un murmullo, agachando la cabeza y apretando los puños.

Antes de continuar caminando y de que el pelirrojo se fuera, recordó la conversación que tuvo con Matt sobre olvidar y avanzar.

—Rimes —llamó y éste se giró—. Enhorabuena por el compromiso con Miller. Hacéis muy buena pareja. —Él no respondió, se quedó de piedra. Tanto que le dio tiempo a Spencer a llegar a su cartera, agarrar su tupper y regresar hasta la salida—. Espero que estés bien. —Le sonrió y comenzó a andar dirección al comedor.

Un pie del joven se puso en posición para ir tras ella. Su boca se quedó entreabierta con intención de llamarla. Pero no pudo decir nada. Se había prometido no ser egoísta nunca más y asumir responsabilidades. Aunque tampoco soportaba la idea de que Spencer viviera sin saber cuánto sentía por ella. Sus sentimientos no habían descendido ni un ápice desde la última vez que estuvieron juntos.

 Sus sentimientos no habían descendido ni un ápice desde la última vez que estuvieron juntos

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La risa del ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora