06| No existo para ti

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Nuevamente, el sonido de una banda local inundaba un bar completamente aleatorio de la ciudad

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Nuevamente, el sonido de una banda local inundaba un bar completamente aleatorio de la ciudad. Y, otra vez, una joven de cabello oscuro como el alquitrán los observaba desde lejos mientras disfrutaba de un frío vaso de cerveza. Se había convertido en una especie de rutina sin siquiera caer en cuenta, salvo por el diminuto detalle de que en cuanto comenzaban a tocar la última canción, pagaba la cuenta y se iba nada más terminar el espectáculo.

No le agradaba el hecho de que su nuevo pasatiempo fuera descubierto, con lo cual se dirigió a la barra para pagar lo que había consumido.

—No hace falta, te lo he pagado el chico que está tocando la guitarra —informó el camarero señalando a Matt, que estaba subido en la tarima, muy concentrado en la labor de aquel momento—. También me ha dicho que te pidiera que hoy te quedaras hasta el final.

Al escuchar aquello sintió un escalofrío de pies a cabeza y maldijo para sus adentros, temiendo haber exteriorizado aquella sensación en forma de rubor.

—No puedo —respondió alertada por el silencio que determinaba que habían finalizado el concierto—. Gracias.

Fue en dirección a la salida a paso ligero mientras le parecía escuchar su nombre ser llamado de fondo, pero no se iba a detener para comprobarlo. Continuó caminando sobre la acera sin bajar el ritmo y esta vez pudo escuchar con más claridad.

—¡Miller! —gritó tras de sí. Ella no se detenía y se alteraba cada vez más, algo poco frecuente en su persona—. ¡Eh! ¡Miller espera!

Finalmente, logró alcanzar a la joven. Agarró su hombro para hacer que frenara el paso.

—¿Qué quieres? —cuestionó a la defensiva.

—Agradecerte que vengas siempre a ver nuestros conciertos.

—No tiene importancia —dijo de manera desinteresada.

—Sí, bueno... El caso es que... —Trastabilló y dudó un breve instante—. Quería saber si te gustaría tomarte algún café conmigo algún día. O una cerveza, lo que prefieras.

No pudo evitar sorprenderse ante aquella propuesta, así que le miró dubitativa.

—¿Cuándo?

—Por mí ahora mismo —respondió rápidamente—. Pero la verdad es que para una persona con tanto caché como tú tampoco me quiero arriesgar mucho.

Emma frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—A que a cualquier sitio donde pueda invitarte no será ni la mitad de bueno de lo que tú puedas esperar. —Se encogió de hombros— En fin, ¿qué me dices?

Miller dudó un rato antes de dar una respuesta. Lo cierto era que estaba bastante sorprendida por aquella invitación tan cordial e inesperada. Tenía claro que debía negarse con un rotundo no pero no podía dejar de observar el rostro repleto de pecas del castaño y aquella sonrisa tan bobalicona que tantas veces dibujaba.

La risa del ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora