37| Un día corriente [I]

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La normalidad había vuelto

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La normalidad había vuelto. O al menos lo que se había convertido en su normalidad. Regresó a Richroses, volvía a ver a Dalia y Thomas a diario y, casi al mismo tiempo, Bruce volvió a su casa.

Lo que más sorprendió a la joven, en un inicio, fue comprobar que se había establecido una armonía que antes no había. No hacía referencia, en comparación, al ambiente hostil que hubo al comienzo de su primer año a causa de su situación económica, sino más bien a la tensión que se hubo generado desde el anuncio del compromiso de Emma y Bruce.

Ahora, dicha tensión se había esfumado completamente. La cordialidad era patente entre los mencionados y, además, Emma había comenzado a pasar más tiempo con ellos en horas de descanso, como el almuerzo, y se estaba convirtiendo poco a poco en alguien cercano para la castaña.

Seguía inquieta por la situación entre su amigo y ella, pues ninguno de los dos le había vuelto a contar nada del asunto. Le apenaba pensar que aquel buque había quedado en el olvido, dado que le gustaba pensar en ellos como en una pareja. No obstante, ella no tenía voz en aquel asunto.

Por su parte, Bruce tampoco tuvo ningún tipo de percance con respecto a su progenitor. Apenas se dirigían la palabra. Únicamente para lo estrictamente necesario. Esa paz no dejaba de resultarle inquietante al muchacho, pues la retorcida mente de su padre acostumbraba a ir un paso por delante.

Quizá se debiera a que el hombre continuaba enfrascado en pactar con Concept. Era muy probable que toda energía de Harold estuviera viéndose consumida por los negocios. Y aquello era un beneficio para Bruce que, sin duda, no dejaba de aprovechar.

Era cierto que su padre siempre le decía que debía comenzar a interesarse por los asuntos de la empresa, dado que iba a ser él el heredero. Pero el joven tenía clara una cosa: si no aceptaba a su novia, no habría empresa que dirigir.

No tenía una motivación más allá de los negocios en los que habían estado involucrándole directa e indirectamente toda su vida. Realmente, no le importaba dedicarse a dirigir una empresa o al mundo de los negocios. Sin embargo, aquella chica becada que apareció en su vida un año y medio atrás, había roto sus esquemas y había logrado hacerle desear algo más que la fortuna.

Y no quería perder aquello.

Spencer se despertó una mañana de enero cargada de energía. No le era, en general, especialmente difícil madrugar, pero aquella vez no se trataba de un día corriente. Era diecinueve de enero, su cumpleaños. El día en que pasaba a tener dieciocho años.

Posiblemente no debería esperar más que cualquier otro día, no obstante, pensar en celebrarlo con Bruce le revolvía las tripas de ilusión. No era su primer cumpleaños con pareja, pero sí sería la primera vez que era consciente de ello.

No le recordó al muchacho cuándo era, aunque una parte de ella esperaba que se acordara sin necesidad de hacerlo. Aquello se debía al modo en que él tomaba aquellas fechas y lo molesto que se mostró hacía casi un año atrás, cuando a la joven se le olvidó informarle de tal acontecimiento.

La risa del ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora