Capítulo V.

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Algo o alguien me recoge cuando caigo y me pega a la pared. Siento su corazón en mi oreja a la par que siento como el estómago se me encoge. Me he precipitado desde un edificio de 3 pisos y podría haber muerto. Podría haber dejado todos mis sesos esparcidos por la acera. En un reflejo algo tonto, me agarro a la chaqueta que me rodea.

—No es casualidad, ¿no?

Me acalla con un chasquido. Entonces me fijo que en la sombra que se proyecta del edificio sobre la calle puedo ver la figura de un hombre. Incluso la sombra define claramente la pistola. Hubiera sido una foto buenísima para la portada de un libro, pero el hombre se va antes de que pudiese decirlo en alto. Intento salir del tejadillo, pero no me deja. Creo que aún no he asimilado lo que acaba de pasar y dejo que me cuide. Se quita la chaqueta cuidadosamente y me la echa por encima. Está empapada, pero por dentro conserva todo su calor. Entonces me sube la cremallera hasta el cuello.

—Respondiéndote a lo de antes: no, no es una casualidad.

Se ha quitado la barba y vuelve a tener la misma cara de hace un año, si le quitamos el pelo que ahora la recubre. La morriña vuelve a mí, pero también se me acelera el corazón. Creo que lo voy a devolver si no consigo que diga algo más. Abro la boca, pero él niega con la cabeza.

—Y, ahora, vete —susurra mientras mira por la calle. Me agarra de la chaqueta y tira de mí para asegurarse de que le obedezco.

—Aleix, —susurro paladeando su nombre. Me había olvidado de lo bien que sabe— yo...

—Vete —me dice más cabreado.

 —Necesito hablar contigo, en serio.

Aleix frunce el ceño, no le ha gustado mi contestación. Me pide de nuevo que me vaya, pero me niego a dejarle. Él sigue insistiendo y no me niego.  Intento hablarle, pero entonces me empuja. Por poco me caigo al suelo, pero consigo reponerme. No me está mirando, sino que tiene la mirada puesta en la calle, como si esperase algo. Cuando me vuelve a mirar, su gesto se tensa más. Se acerca a mí a grandes zancadas y cuando llega entrecierra los ojos.

—¿Es que eres subnormal? Te estoy diciendo que te vayas, cacho zorra.

Me está gritando, pero me quedo estática. Nunca me había insultado de esa manera. Nunca se había referido a mí de una forma tan vulgar y nunca pensé que llegaría a hacerlo. Mientras intento reconocerle, sigue insultándome. De vez en cuando se vuelve. No sé qué está buscando en la calle, pero parece más interesante que yo. Los insultos prosiguen hasta que se acerca a mí, cansado, y saca una pistola. Sigo muda. Aleix me está amenazando con un arma. Aleix quiere pegarme un tiro. Entonces empiezo a llorar.

—Me cago en... —se corta a mitad de la frase y vuelve a guardar el arma—. Eh, mírame. ¡Qué me mires, joder!

Lo hago mientras intento respirar. Mis temores eran ciertos, Aleix ya no es Aleix. Las lágrimas se acumulan en mis ojos mientras lo pienso. Aleix ahora es otra persona que ya no quiere saber nada de mí. Pensaba que era yo la que le iba a hacer daño, y la que ahora tiene el corazón abierto soy yo.

Aleix parece ver mis entrañas abiertas y sangrantes cuando le miro a los ojos. Entonces se apiada de mí.

—Vete, te lo suplico —me susurra—. No quiero que te hagan daño, de verdad. Por eso vine aquí. Por eso volví a por ti.

—No... no tengo a...a donde ir... —tartamudeo con un sollozo en la garganta. Mi casa ha sido asediada con unos drogatas. Y Casandra. No puedo evitar sentirme mal por lo que le he hecho y eso hace que vuelva a llorar.

—Aquí tienes —me dice cuando empieza a escucharse un coche en la lejanía. Creo que es lo que estaba esperando—. Ve aquí. Tu... tu amiga también está allí.

El mechero y el crack.Where stories live. Discover now