Capítulo VII.

492 25 18
                                    

Casandra me sonríe desde la mesa. Ayer por la noche debió escucharnos. Ni siquiera intentó darme las buenas noches y menos mal porque, en el estado en el que me encontraba, la hubiese invitado a unirse. El rechazo de Aleix me había dolido y, en vez de superarlo como una persona normal, seduje a Diego con unas copas de vino. Me sentí realizada por unos segundos, pero después me sentí realmente mal. Diego no se merecía que jugasen con él como Aleix había hecho conmigo. Ahora no había vuelta atrás, me había acostado con un chico el cual está colado por mí. De la puerta de mi cuarto podía salir cualquier cosa. Eso me tenía atemorizada.

—No le dejaste claro que era sólo sexo, ¿verdad? —pregunta Casandra mientras le da vueltas a su taza vacía.

—No le dije nada. Sólo... sólo me lo follé.

Tengo la cabeza apoyada en la mesa. Estoy avergonzada por lo que he hecho, el pobre Diego ha tenido que soportar mi frustración. Anoche no siquiera le di tiempo a reaccionar, en cuanto le besé ya tenía su camiseta en mis manos.

—Lina, deberías de tener cuidado con esas cosas —me advierte.

—Lo sé, pero estaba tan frustrada... Él estaba ahí, delante de casa, y no pude resistirlo... y él tampoco.

—Tampoco te creas un bombón —me reprocha Casandra—. Que tengas a tres personas detrás de ti no significa nada.

Frunzo el ceño y la miro. Tiene el maquillaje corrido —tiene la mala costumbre de no quitárselo antes de ir a dormir— y un moño destrozado colgando por el lado derecho de su cabeza. Está muy mona así.

—¿A tres? ¿De dónde sacas al tercero? —pregunto enfadada. Yo no me siento un bombón, sólo digo la verdad. Diego fue muy claro en la cama cuando me lo dijo.

—Ya te lo dije el otro día, el chico este, Aleix. —Giro la cara en un movimiento brusco y susurro que él no está por mí. Solo está aquí por sus propios intereses. Quiere que entregue sobres y seguramente, en un futuro no muy lejano, me pedirá droga para su querida amante la drogadicta. Se me ponen los pelos de punta al pensar en ellos dos en la cama—. Entonces, ¿a qué ha venido aquí?

—Ya te lo dije el otro día —dije haciéndole burla. Casandra se levanta y coloca su mano en mi hombro. No sé por qué, pero esperaba que cuando me levantase me la encontraría huraña por haberme acostado con un chico al que supuestamente rechacé por ella. Por el contrario, estaba sonriendo cuando he entrado en la cocina. Sí, es mi maldito ego.

—¿Crees que vendría a proteger a alguien a quien no quiere? —me dice para animarme.

—Lo hace por nuestros recuerdos, —susurro dolida— que al parecer es lo único que ahora tenemos en común.

El frío me hiela la nariz mientras espero a mi compañera de pupitre. Hemos pospuesto todo lo que hemos podido este encuentro, desde que nos asignaron el trabajo hasta hoy, el penúltimo día de entrega. Suspiro cuando veo su melena verde manzana aparecer por mi calle. Lara es de ese grupo de chicas que camina con la mirada puesta en el suelo y con la música a tope para evitar cualquier contacto social. No le gustan las aglomeraciones, tampoco las fiestas. Siempre lleva su mando de la suerte en el bolsillo, dispuesto a ganar otra partida.

Cuando llega a mi altura alza la mirada. Se nota que le agrada mi presencia.

—Bonita casa —susurra mirando por detrás de mí.

—No sabía que supieras hacer cumplidos —arremeto haciendo saber que no estoy de humor. Lara frunce el ceño y se encoge de hombros—. Es mejor que entremos en casa.

El mechero y el crack.Место, где живут истории. Откройте их для себя