CAPÍTULO 1

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—¡Apresúrate, Jhonny, esas malditas cajas no se subirán solas! —exclamó el sujeto que estaba sentado en el frente del automóvil mientras encendía su cigarrillo.

—¡Tienes razón! ¡Me sería más fácil si me ayudaras, negro de mierda! —enfurecido le contestó su compañero.

—Saben... antes los criminales eran más discretos. —Pronunció una voz desde el techo de un pequeño establecimiento en aquella lúgubre calle. Ambos sujetos miraron hacia arriba y observaron una figura oscura que portaba un arco sobre su espalda.

—¡Oh Maldición, es él! —gritó el que acomodaba las cajas, sin dudarlo apuntó su ametralladora y comenzó a disparar. Rápidamente aquella figura saltó desde las alturas y disparó una de sus flechas, la cual, al impactar contra el suelo comenzó a emitir una fuerte luz estroboscópica que confundió a los mercenarios.

—¡¿Dónde estás?! —exclamó el enfurecido y asustado mercenario.

—Aquí —respondió atrás de él y después, golpeó el rostro del mercenario dejándolo inconsciente. Aterrado, el segundo mercenario apuntó en todas direcciones su pistola, pero no alcanzó a reaccionar siquiera cuando aquel misterioso arquero se apareció contra él y con una seguidilla de golpes logró dejarlo completamente abatido sobre el suelo.

Con toda la calma del mundo aquel arquero se acercó a las cajas que iban a transportar, abrió una, y en el interior encontró un gran número de drogas, ocultas en osos de peluche.

—¡Maldición! —exclamó al no encontrar lo que buscaba.

Atención a todas las unidades, tenemos un tiroteo en la calle 32 y Westside, procedan con cautela —. Al escuchar el reporte proveniente del pequeño comunicador en su oído,
rápido dejó el oso y como una sombra aquel arquero desapareció entre la oscuridad.





—¡Papá!

—¡Aléjate, Alex!

—¡Papá!

—¡Alex!, Alex, Alex... Despierta...

Despertó de golpe, sosegado y bañado en sudor frío. Su pecho subía y bajaba al vaivén de su incontrolable corazón, tembló y pasó sus manos por su rostro, una noche más en la cual sus terrores se habían apoderado de él, obligándole a despertar horrorizado.

—¿Pesadillas otra vez? —preguntó su madre desde el marco de la puerta. Él asintió con pesadez. La mujer hizo una mueca, se acercó a él y le dio un beso en la frente—. No pasa nada, estarás bien, ahora ve a bañarte que llegarás tarde a la escuela.

—E-está bien, mamá —respondió sin dejar de mirar al fondo de su habitación.

Hacía tiempo que las pesadillas de Alex se habían convertido en algo habitual tanto para él como para su madre, ya ni siquiera se esforzaba en meditarlas, solo pretendía que nada más ocurría.
Así solo saludó a su mamá con un pequeño y fugaz beso en su mejilla y se sentó a comer un poco de cereal.

—¿El callejón otra vez? —preguntó ella mientras bebía de su café. Él asintió con pesadez.

—Sí, pero ahora se sintió mucho más real que otras veces —se llevó una cucharada de cereal a la boca.

—¿Quieres hablar de eso? —alzó una ceja. Alex dio un gran suspiro.

—No, mamá estoy bien, nos vemos luego —tomó su mochila y salió del apartamento, no sin antes besar delicadamente la frente de su madre.

El camino hacia la escuela resultó cotidiano, igual que todos los días, caminar por aquellas solitarias y algo siniestras calles. Escuchando el barullo causado por la delincuencia y el desorden que acontecía a escasos metros de él.

LOS PROTECTORES: Los Nuevos Héroes Where stories live. Discover now