Capítulo treinta y tres

9.5K 764 8
                                    

— ¡Ah! — gritó con todas sus fuerzas

Por cada contracción que sentía su cuerpo le obligaba a pujar. Tenía todo el cuerpo sudoroso por el esfuerzo que estaba haciendo. Había pasado ya un par de horas en esa situación. Gea le estaba atendiendo en todo momento, le limpiaba el sudor de la frente refrescándola un poco. Pero eso no le aliviaba lo suficiente.

— Necesito que pujes lo más que puedas — habló Gea revisando su estado de dilatación

—¡Lo hago! ¡Dios mío, siento que me voy a partir! — vociferó histérica

— En la siguiente contracción puja con todo — previó Gea

Pujó con todas las fuerzas que tenía. Se aferró a las sábanas y dio un grito ensordecedor. Le dolía hasta el alma pero lo único que quería es acabar con este martirio.

— Un poco más, ya puedo ver la cabeza

Tomó varias bocanadas de aire y se recostó en sus manos para tener mayor facilidad de pujar. Sacó fuerza de donde no sabía que poseía y pujó por última vez. Lo había logrado, sintió como todo el bulto que había permanecido dentro de ella por suerte meses había salido de su interior.

Un llanto inundó el lugar haciendo que sus músculos pudieran relajarse y se dejó caer exhausta sobre el colchón.

Lo había logrado, su hijo o hija ya había llegado al mundo.

— ¡Es una niña! — exclamó la mujer

Gea le recostó sobre su pecho a la pequeña. Todavía estaba sucia pero a pesar de eso era lo más hermoso que había visto. Era perfecta, su carita estaba colorada y agitaba sus pequeñas manitas. No quería soltarla nunca más, ella había sido el motor para salir adelante. No le importaba ahora el cansancio solo quería contemplar a la pequeña que la tenía embobada.

Gea le terminó de atender y limpió a la bebé para que Heather pudiera darle de amamantar. Le parecía tan impresionante como es que un ser tan pequeño podía depender de ella.

Mientras que la amamantaba, la pudo observar detenidamente. Era tan chiquita y tan linda a la vez. Suspiró al pensar de como una simple situación le había hecho recuperar todas aquellas fuerzas que ni siquiera supo que tenía.

Amaba a su hija, desde el momento en que se enteró de que se había posicionado en su vientre. Ella era el mejor regalo que había tenido, el amor verdadero que se produjo por esa unión irrompible con Steven. No importaba lo que había sufrido, ella lo era todo.





Un criado le alcanzó la nota de su padre justo cuando había puesto un pié en la mansión. Su cuerpo reaccionó de inmediato y mandó a informar al comisario y al detective el lugar a donde se dirigía su padre. Su corazón latía desbocadamente cuando corrió nuevamente hasta el cochero para que pudieran partir hacia Lacock.

Las palabras de su padre eran esperanzadoras y aún que afirmaba con certeza que allí se encontraba su mujer. No había pasado mucho tiempo cuando ambas personas solicitadas partieron con él. Se sorprendió mucho cuando le dijeron sobre el asesinato del marido de Helen.

El cuerpo había sido escondido dentro de un granero abandonado en la casa de campo que tenían como posesión. El hecho ya se comentaba en todo Londres y sobre todo el extraño desaparecimiento de la mujer de este. Todo era un caos según contaba el comisario. La gente acusaba a Helen de haberlo matado y es que así parecía haber sido ya que su desaparición no era para nada normal en estos casos.

Su intranquilidad aumentó más al saber que Helen estaba desaparecida, esa mujer era una desquiciada. No quería imaginar que ella había sido quien secuestró a su mujer junto con el desgraciado de Norton Martínez. Solo pedía que Heather y su hijo se encontraran bien para cuando él los encuentre.

Con el Corazón #1 [Saga "Las Herederas de Premboke"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora