Capítulo 3

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"Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando"

Leina

Han pasado casi 8 meses desde que estoy aquí, eso significa que mi cumpleaños es mañana y que me podre ir de este lugar.

En este tiempo las cosas han cambiado de gran forma, Sky fue trasladada a casa de mi madre, ya que según el consejo le hace falta una imagen materna, Aní fue adoptada por una familia de brujos, saín decidió irse a un lugar neutro donde no hay ni hombres lobo ni humanos, en casa solo quedamos Tom y yo.

Mañana vamos a ir al colegio a darnos de baja, para después irnos de este maldito pueblo de cambia formas.

Tom me ha ayudado con mi habla, ahora soy capaz de decir una oración completa, con algunas equivocaciones, pero se entiende, soy capaz de mirar a los hombres lobo de bajo nivel, pero los otros como alpha y betas me da pánico si quiera respirar su mismo aire.

Las secciones con la psicóloga continúan y he dicho una que otra palabra.

(***)

Despierto y miro alrededor de mi cuarto, el reloj marca las cinco y treinta de la mañana, mis pesadillas no me dejan dormir y siempre despierto en la madrugada.

Decido tomarme intentar relajarme bajo la luvia artificial, así que me dirijo al baño que está en mi habitación.

Me tomo una larga y refrescante ducha, al salir vuelvo a mirar el reloj.

06:00 a.m.

Me visto con algo sencillo, unos pantalones rasgados negros, una polera de tirantes blanca, mi camisa a cuadros roja que me cubre mis cicatrices y mis van negras.

Suspiro y me encamino a la cocina de la casa, preparo unos panqueques y jugo de naranja, me recuesto en una silla y tomo mi desayuno.

No estoy más de dos minutos sentada cuando siento un grito en mi espalda.

-¡¡Hiciste panqueques!! -grita Tom como un niño chiquito al que le regalaron un juguete.

-si – digo en susurro.

-¿qué hora es? – me pregunto a lo que yo apunto al reloj que se encuentra arriba de la almacena.

-no se mirar la hora en esos relojes – me dijo asiendo pucherito, a lo que yo levanto una ceja y me rio de manera silenciosa.

-son las siete quince -le digo bajo y de manera lenta, intentando no equivocarme al hablar.

-gracias – dijo para luego sentarse y agarra el panqueque que yo estaba comiendo, yo lo miro frunciendo el ceño, a lo que él se encoge de hombros y se lo lleva a la boca.

Me concentro en untar el manjar a mi panqueque.

-¿empacaste? -me pregunta y siento su mirada en mí, asiento con la cabeza y abro mi boca para probar mi comida.

-deberías hablar más – me dice y yo me encojo de hombros restándole importancia.

No encuentro necesario hablar si uno se puede comunicar a través de algunos gestos.

(***)

Los pasillos del colegio están llenos de estudiantes gritando y riendo.

Con Tom nos fuimos a dar de baja, y ahora me dirijo a mi casillero a buscar las cosas que tengo en él. Todos se cruzan y me chocan mientras supuestamente caminan.

Suspiro y camino intentando esquivarlos, pero fracaso de manera lamentable al ver que me han botado al piso, me levanto y miro a mi alrededor, todos tienen en su rostro una expresión de pánico y miedo, se han corrido de sus lugares en hileras al lado de la pared para dejar el pasillo despejado, a mi lado izquierdo se encuentra una chica, que asiste a mi clase de artes, y se sienta conmigo de vez en cuando.

Amarrada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora