Capítulo 4

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PARTE 1

El lobo amado.

Capítulo 4 - ALIÉNOR

Seis meses después.

Las vacaciones están finalizando y aún no he matriculado el semestre para continuar los estudios en la universidad.

Por dos meses he estado con mi la familia que me cuido por mucho tiempo, en lugares fantásticos. Estoy conociendo países de clima tropical que ofrece el paquete que ha comprado mi padre, como lo son: México, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. Lugares que veía por la vieja televisión del abuelo. Mi padre me dio este regalo tan maravilloso, ya que gané todas las asignaturas así va mejorando mi promedio académico. He tomado algunas fotografías con la cámara. Ahora estamos en la cabaña del hotel, en la playa Alter do Chao en Brasil.

—Al, mira lo que encontré —dice Franklyn con un caracol en la mano.
—¡Qué lindo! —llegó a la orilla donde se encuentra mi padre y hermana, aún me cuesta creer que no son nada mío, para que vea la maravilla que tiene en la mano—¡Avi, Franklyn tiene un caracol gigante!
—¿Lo llevarás a casa para ponerlo con los demás en la colección? —dice Ava poniéndose a mi lado.
—No hijas, ya lo voy a regresar a su hábitat —responde Franklyn muy animado con las manos ya sumergidas en la marea.

Me pongo a ver el hermoso paisaje, está cayendo la tarde. La brisa revuelca mi cabello causando así que se enrede aún más, pues por causa de la sal del mar lo tengo intocable.

Ava regresa al agua. Ella es diferente a mí, aunque ella es mucho más mayor que yo, me lleva tres años.

Observó con desdén a una pareja que se encuentra al frente mío. No me había fijado hasta ahora en ellos, sin embargo mi atención va hacia la chica, puesto que su cuerpo rompe un poco a los estereotipos, se pasa tres tallas a la mía. Estas chicas son categorizadas como tallas dobles, tallas grandes, pero eso para mí no es problema, pues la chica se ve muy simpática y es muy agradable, tiene un lindo físico.

Tanto he estado en mis pensamientos que la noche toma su lugar. La pareja de novios o de amigos, se han percatado de que los he estado observando y se dirigen hacia mí.

—¡Hola, soy Fernanda! —dice la chica con un acento bastante peculiar—Él es mi mejor amigo Juanse. Nunca te habíamos visto, ¿eres nueva en la ciudad?
—¡Hola! —digo respondiendo el saludo y añado—Soy Aliénor y no, sólo estoy de vacaciones.

Recuerdo las clases de portugués que tomé online en Moscú.

—¿Estudias fotografía? —dice el chico, que según escuche su nombre es Juanse.
—Pues la verdad, no —digo mirando la arena mientras juego con los dedos descalzos y añado—Soy fotógrafa y ahora estudio artes.
—A demás de linda, eres inteligente —dice Juanse con voz seductora. Cualquiera se podría dar cuenta de que me está coqueteando ¿verdad? Lo miro de reojo y se me sale una risa nerviosa. Alcanzó a ver a mi padre con dos tablas de surf y se dirige hacia nosotros.
—No le pongas atención a él —dice Fernanda señalando a Juanse—Él tiene algunas veces sus momentos de hombre seductor, pero...
—Tengo novio —dice Juanse interrumpiendo.

No opino nada, pues a ellos los acabo de conocer y no tengo nada contra de los lgbt, de hecho para que sus derechos sean iguales a los demás.

—Ali, vamos a... —dice mi padre, pero se interrumpe al ver a Fernanda y Juanse—Ya hiciste nuevos amigos, muy bien.

—Él es Franklyn, mi pa... padre —digo mientras mi él sonríe muy orgulloso—Y quiere surfear.

El comentario le causa gracia a la pareja de amigos y mi padre me mira de una manera rara que a mí me causa mucha risa.
He surfeado un poco con los chicos, ellos tomaban clases de surfing y me ayudaron a perfeccionar la técnica, hasta que se fueron, ya que ellos habían empezado las clases y tenían que madrugar.

Desde que tengo memoria yo no soy muy buena en hacer amigos, ellos llegaban a mí, porque tengo el cabello rubio casi blanco y todos los niños querían ser amigos de la niña de pelo blanco. Un día conocí a un niño, no recuerdo en donde, pero nunca faltaba a las noches de luna llena, un niño muy peculiar, moreno de cabello negro muy negro, solo tenía un mechón blanco casi no se notaba con su cabello tan negro.

Todo era genial, risas, juegos, travesuras hasta que pasaron cinco años. Llegué a un nuevo instituto y él estaba ahí pero conoció nuevos amigos, era obvio que iba a pasar, quedé a un lado hasta que entré a la universidad y conocí a Christine, no es muy buena amiga pero me cae bien. Según mis padres y hermana no es de confiar, pues solo la conozco por lo que llevo en la universidad.

Entró a la cabaña y veo a mi padre sentado sin camisa en el sofá, con el celular en la mano y con los ojos llorosos.

—Tu abuelo me ha llamado —dice melancólico —Aleksandr está muy grave en el hospital, tenemos que volver antes de lo planeado. Ve por tus cosas.
—¿En serio? —no me lo puedo creer, él es un buen hombre y además es el mejor amigo.
—Nos están esperando —dice mientras se para del sofá.
—Pero quedé para mañana con mis nuevos amigos —digo sin ganas de empacar e ir al hospital, sé muy bien a quien me voy a encontrar allá, pero no lo quiero ver y añado—¿Lo sabe Ava?
—Ella ya está en el aeropuerto —dice mi padre. Su semblante refleja tristeza. Lo entiendo pues es su mejor amigo, está en el hospital. No sé por qué razones, pero debe de ser muy grave —Antes de que vayas por tu cosas, un chico me llamado, su nombre es Maximiliano. Me ha dicho que cuenta contigo para que le des clases particulares a un amigo. No se diga más, ¿Conoces a estos muchachos, jovencita?

Yo intento hacerme una idea de qué hablaba Maximiliano de darle clases particulares a ese tal amigo de él. Lanzó una mirada a mi padre. Está confundido, sin embargo sus celos se le notan a kilómetros y yo no soy la culpable o ¿sí?

Decido no responder esa pregunta, subo a mi recamara, me doy una ducha, termino de arreglarme y cuando me amarro el cordón del zapato mi padre entra sin avisar causando que pegue un grito del susto.

—Ya hiciste la maleta —dice con una gran sonrisa.
—Sí, padre, ¿Por qué? —pregunto, ya que me causa dudas.
—Por... porque, ya nos vamos —dice cogiendo la maleta que estaba al lado de la cama- Antes que se haga más tarde.
—Está bien —digo y me levanto.

Reviso que no se me quede nada, salgo de la cabaña, le doy una última mirada al lugar y me subo a la cuatro por cuatro que rento mi padre.

Durante el camino al aeropuerto, escuchando música desde mi ipad, miro por la ventana y alcanzó ver una fiesta en la playa. No me doy cuenta cuando llegamos, bajo de la camioneta. Abordamos el avión y dejo mi mente en blanco, un viaje de dieciocho horas y seis minutos me espera.

FLORAL VIBES © |1|Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu