CAPÍTULO 19: LA PRIMERA VEZ

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LA PRIMERA VEZ

Horas, copas y bebidas después Reece se sentía mejor que nunca. No estaba ebrio pero caminaba con tanta torpeza que no podía evitar balancearse de lado a lado. Todo lucía extraño pero se sentía demasiado feliz como para preocuparse por ello. Había estado incluso coqueteando con algunas chicas hasta que notó que Amy no estaba a su lado.  Se pasó buscándola desesperado y, una vez la encontró en el jardín, fue a ella sin pensarlo dos veces, la abrazó desde atrás y hundió el rostro en la curvatura del cuello, dándole besos como tanto le gustaba. Eso era todo. No era como si quisiera arrancarle ese inocente vestido con los dientes. Claro que no. Joder, ¿por qué era tan preciosa? 

Peor aún, ¿por qué no quería alejarse de ella? Podría simplemente dejarla allí un momento allí o abandonarla a su suerte por el resto de la noche. Lo sopesó un par de segundos pero terminó por desechar la idea al pensarlo detenidamente. Amy sería una deliciosa presa para alguien como Mark, ese idiota que no la había dejado de mirar desde que llegaron. Y por la mierda que no dejaría a su inocente angelito ir desprotegido por ahí, a la vista de cualquier imbécil que no fuese él.

Bueno, quizá sí estaba algo tomado. ¿Pero qué importaba cuando ella se divertía a su lado?

Como siempre, habían terminado tomando aire en una de las bancas de los exteriores, hablándose y riéndose. Y Reece no podía pensar en otra cosa que no fuera ella. Ambos habían hablado y reído juntos, pero entonces había advertido que, por alguna razón, Amy estaba tomada otra vez. Y ella se ponía tan cariñosa que se le hacía imposible alejarse de ella. En un sofá del salón, y con ella sentada sobre su regazo, miraba embobado los labios entreabiertos de la joven, viendo con molestia aquellos ojos que lo observaban tristes y acongojados.

―Amy... ―murmuró preocupado, arrastrando las palabras lentamente―. ¿Qué sucede?

Amy se abrazó a él y Reece la abrazó aún más como acto reflejo, acariciándole la espalda en un intento por tranquilizarla. Odiaba admitir que realmente odiaba cada vez con más fuerza verla borracha por culpa suya.

― ¿Me odias? ―preguntó ella con una extraña voz infantil.

¿Qué?

Había esperado cualquier comentario fuera de lugar debido a su condición, pero no que le preguntara algo tan estúpido. Así que dejó que las palabras salieran de él.

― ¿Cómo demonios podría odiarte? ―rió en voz baja, tomando las mejillas sonrojadas de Amy antes de dar otro largo sorbo a su vaso de alcohol―. Eres tan inocente... ―Se burló.

Y tenerla encima de él tan tierna y cariñosa, no lo ayudaba en absoluto, necesitaba de pronto algo más fuerte que alcohol para ignorar que la temperatura en él empezaba a subir con exageración. Pero, joder, ella se veía muy adorable como para pensar en alejarse. Es más, acababa de decir que le gustaba y que...

Entonces, cuando ella le sonrió y se irguió sobre él para darle torpes besos por doquier, supo que no había nada que en aquel momento pudiera hacer.

― ¿Entonces por qué me evitas?

―Sólo tenía cosas que hacer, no significa que te esté evitando ―mintió.

Soltó un bufido cuando recibió un enorme abrazo por parte de ella. Y sin embargo no intentó alejarla. Al contrario, la abrazó de la cintura y la atrajo lentamente en un inconsciente intento por sentirla tan cerca como le era posible.

―Eres uno de los pocos amigos verdaderos que tengo ―Le dijo ella con tristeza―. Y no quisiera perderte.

Aquello le dolió de tal manera que se recriminó a sí mismo por dejarse llevar. ¿Acaso le molestaba que sólo lo viese como un amigo? Joder, si se besaban de esa manera no podía solo considerarlo un amigo.

Su dulce debilidad ©Where stories live. Discover now