CAPÍTULO 20: CORAZONES ROTOS

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Too close for confort -McFLY

CORAZONES ROTOS

Amy Donovan recordaba mucho de lo que había sucedido la noche anterior, pero sí lo suficiente como para que su rostro se encendiera violento ante el recuerdo. Giró el rostro entre preocupada y sorprendida en busca de Reece posiblemente durmiendo a su lado. Pero fue aún más decepcionante encontrarse sola, desnuda y en una casa que no conocía en lo absoluto. Su rostro estaba hecho un desastre por el maquillaje y su ropa había terminado hecho trizas por la calentura de la noche anterior. Estaba varada en medio de algún lugar y sin prendas qué vestir.

—¿Hay alguien ahí? —oyó una voz gritar con fuerza mientras tocaban la puerta.

Se levantó al instante y sin saber qué hacer exactamente se dirigió al armario y retiró la primera camiseta que encontró ahí. Se vistió como pudo y salió corriendo de aquella casa con toda la vergüenza que pudo sentir. Mientras, cuando llegó a casa lo primero que vio fue a Peyton llorando a todo pulmón en medio del salón.

—Peyton, ¿qué sucede? —murmuró extrañada, sentándose al lado de la rubia y colocándole una mano sobre los hombros para reconfortarla en aquello que no conocía—. ¿Qué ha pasado?

—Es Jake —fue lo único que dijo antes de llorar aún más fuerte. Tardó largos segundos que le supieron interminables en sorber por la nariz y limpiarse las lágrimas antes de levantar la mirada para verla con tristeza—. Tengo que regresar al internado en una semana y no lo volveré a ver.

Oh, vaya, qué triste.

—Pero esto iba a suceder de todas formas, ¿no?

—Y a él no le importa. Parece como si estuviese aburrido de mí, apenas me mira, no me habla y siempre luce fastidiado cada vez que intentó hablarle de algo. ¡¿Qué hice mal?!

No podía entenderlo. Conocía a muchos chicos que podrían estar dispuestos a estar con su hermana, ¿por qué de pronto Jackson se comportaba de esa manera? Quizá así era él o, lo más probable, era que extrañara a Ariel y se sintiera culpable por cómo terminó con ella.

—Deberías hablar con él y...

—Me dejó tirada allá. No le importé y cuando pregunté por él me dijeron que se había ido con un grupo —Apoyó la cabeza sobre la palma de la mano y la miró con tristeza—. Fue tu amigo Reece quién me trajo. Es muy amable —sonrió—. Estuvo muy preocupado en dejarme aquí.

Un agrio sabor acunó la boca de su pecho y, al contrario de sentirse triste, estuvo furiosa al oír aquello. Fue como sentir una patada en el estómago que la dejó sin aire y la desencajó por completo. Mientras a ella la dejaba sola una vez más, iba a rescatar a su hermana como el príncipe azul que era él. No había hablado con él ni mucho menos oído sobre qué le sucedía. Creía que quizá las cosas entre ellos serían ahora mejor, que Reece le diría que después de tanto tiempo juntos había gustado de ella o que, de alguna manera, la quería. Era eso lo que hubiese querido que sucediera, que, por un momento, alguien la toma de en cuenta a ella y a sus sentimientos. Deseaba ser querida por alguien alguna vez, a alguien que realmente la quisiera tal y como era.

¿Por qué era tan difícil?

Por un momento creyó que estaba huyendo de ella hasta el día siguiente. Tuvo qué levantarse más temprano de lo normal al oír que tocaban a la puerta de su casa con desesperación e insistencia. Una vez de pie, fue a abrir la puerta y a encontrarse con un serio Reece Wood frente a ella.

Un sonrojo calentó sus mejillas y apenas pudo sonreír con timidez ante él.

—Hola, Reece —saludó ella, inclinándose para saludarlo cuando él la detuvo repentinamente.

Su dulce debilidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora