CAPÍTULO 34: JESSICA

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Jessica

Tenía todo listo. Una maleta con toda su vestimenta necesaria para aquel viaje. Amy estaba lista y de pie frente a la casa de Hunter a la espera de que la recibiera. Diez minutos había estado allí y no había obtenido ningún tipo de respuesta. Incluso lo llamó repetidas veces al teléfono y fue inútil.

¿Y si se había quedado dormido?

Miró una vez más la hora de su reloj y se sintió desesperar al notar que estaba haciéndose muy tarde. Si tardaban en salir al pueblo, llegarían muy noche. Por única vez, Amy buscó el manojo de llaves que Hunter siempre ocultaba en uno de los tantos maseteros que adornaban la entrada.

Sus pisadas fueron lentas y silenciosas, esperando, con todo su ser, encontrarlo en la ducha o alistándose y no dormido, como sería muy probable. Subió las escaleras con la pesada maleta colgada de su hombro y terminó por abrir la puerta blanquecina que daba a la habitación de Nowell.

Y Amy sintió su corazón detenerse un instante al verlo.

Sin poderlo evitar, esbozó una pequeña sonrisa estúpida en el rostro al verlo cómodamente dormido, usando únicamente ropa interior y abrazado al pequeño abrigo que ella había olvidado la noche anterior.

—Hunter...

Suspiró cansada y se acercó a él para despertarlo, lo sacudió de lado a lado cada vez con mayor fuerza, esperando a que abriera los ojos para ponerse en marcha.

—Hunter, despierta... —empezó a decir después de dejar su maletín a un lado de la cómoda.

Nowell giró sobre el colchón y su mano colgó en el aire a un lado de la cama. Fue cuando ella buscó algo en la habitación que pudiera ayudarla a despertarlo cuando un par de manos sujetaron su cintura y estuvo, de pronto, sobre el tibio pecho desnudo de Hunter. Sus manos subieron por la piel cálida y suave de él, algo alterada cuando los grandes ojos oscuros se posaron sobre ella con diversión. No pudo liberarse sino que, al contrario, quedó de pronto bajo aquel firme y pesado cuerpo del muchacho.

—Es muy amable de tu parte haberme traído el almuerzo a la cama —sonrió somnoliento antes de soltar un largo suspiro—. No era necesario pero gracias, pequeña.

—No vine a traerte el almuerzo —Entrecerró los ojos cuando él le dio una sonrisa burlona, como si entendiera algo que ella no—. Sino a despertarte, es muy tarde.

—Hubiese preferido hacer algunos previos antes del viaje —Le murmuró bajo y ronco al oído, deslizando las manos bajo su espada lentamente—. Ayer me dejaste algo... —Sopló y una cálida corriente la recorrió de pies a cabeza— caliente.

—No lo recuerdo muy bien —rió contra el rostro de Hunter a escasos centímetros de distancia.

—Estupendo, entonces déjame recordártelo.

Cerró los ojos de manera inmediata cuando los labios de Hunter bajaron por su cuello en besos lentos y húmedos. Su corazón disparó latidos veloces ya atropellados, golpeteando con furia unos sobre otros contra su pecho de manera frenética. Hunter apenas le depositó algunos besos y jugueteó con su corta sudadera, acariciándole por debajo de la piel hasta llegar a su muslo. Los fríos dedos del joven presionaron su cintura y entonces, sin más, la besó. Entrelazó los dedos detrás de la nuca de Hunter y le rodeó la cadera con la pierna libre en un intento por sentirlo aún más cerca.

Y entonces el teléfono de Hunter empezó a sonar. No importaron las veces que él colgó, sonaba tan insistente que él, a regañadientes, no se alejó de Amy pero se estiró lo suficiente como para tomar el teléfono.

Su dulce debilidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora