CAPÍTULO 29: QUÉDATE CONMIGO ESTA VEZ

13.4K 1.3K 266
                                    


Quédate conmigo esta vez

No quería salir herida nuevamente, mucho menos por alguien que resultaba ser su mejor amigo. Hunter significaba mucho para ella y aunque no lograba asimilar la idea de que el sentimiento fuera recíproco, no podía permitir que él continuara pensando algo errado. Pero quedó en silencio tanto tiempo que la mueca de tristeza en el rostro de Nowell no tardó en aparecer.

—Lo entiendo. Sigues pensando en Reece —Lo oyó murmurar con aflicción, la cabeza gacha y ligeros mechones oscuros cosquilleándole el rostro—. No quiero que te sientas comprometida por esto, sólo no puedo seguir fingiendo que te veo como amiga cuando siento mucho más por ti.

Rodó los ojos con el vago sentimiento de culpabilidad creciendo en su interior. ¿Cómo no sentirse tan acongojada cuando aquellos hermosos ojos oscuros la miraban entristecidos? Soltó un suspiro contenido y avanzó hacia él un poco más al oírlo continuar hablando.

—Nunca dije eso. Sólo no quiero volver a salir lastimada de otra relación —suspiró rendida e impaciente cuando supo que aquellas palabras no hicieron más que alterar al muchacho.

Hunter levantó el rostro hacia ella con una sonrisa tan rota y devastada que una dolorosa exhalación se escapó de sus labios. Lucía tan rendido y abatido que tuvo la más certera idea de cómo hacerlo entender. Sus sentimientos habían quedado atascados en su garganta, impidiéndole decir algo más preciso. Sabía que una vez las confesiones salieran de su boca no habría vuelta atrás.

—Lo entiendo, pequeña —murmuró él con tristeza antes de bajar la mirada una vez más, jugando con sus dedos y evitando mirarla—. No tienes de qué preocuparte, realmente no esperaba que me correspondieras, aunque aún así duele de todas formas —rió sin gracia.

Y, vaya, no era eso lo que quiso. Verlo desdichado y abatido por culpa suya era lo que nunca deseó de él. Quiso envolverlo entre sus brazos y perderse en él como solía hacerlo meses atrás, sentirse reconfortada y hacerlo sentir como en casa. Pero Hunter le había dicho tanto, había desvelado sus emociones y acababa de dejarle su corazón a su libre albedrío. Amy sabía lo que un corazón roto significaba, lo sabía muy bien. En su intento por protegerse a sí misma, en un ridículo intento por ver solo por ella, no podía permitirse herir a las únicas personas que tanto le dieron.

Hunter estuvo siempre con ella desde que se conocieron. Fue el mejor amigo que pudo pedir y la abrigó cuando más lo necesitó. La consoló entre sus brazos y la hizo sentir en casa con una sonrisa. Nowell había dado tanto por ella y había sido siempre tan simpático, cariñoso y atento que no había podido evitar caer rendida a él, así lo creía Amy. Por una vez en su vida elegiría bien.

—Sólo dime algo, Amy, no te quedes callada —murmuró en un largo suspiro antes de entrecerrar los ojos breves instantes y abrirlos hacia ella—. No importa que sea sólo un amigo para ti, voy a quererte con la misma intensidad —dijo él y Amy sintió su corazón detenerse bruscamente ante aquellas palabras—. No importa si quieres a Reece o si aún esperas a que cambie por ti, te quiero, Amy, realmente lo hago sin importar qué.

Los latidos golpeaban frenéticos contra su pecho con tanta fuerza que un manojo de emociones la invadieron. Sintió quedarse sin respiración al oírlo y, aún más, cuando le sonrió de aquella manera tan tranquila y dulce. ¿De qué temía tanto? Hunter le había demostrado que era diferente, que no la heriría. Una última vez confió cuando se dejó llevar. Y con un nudo en la garganta y corazón golpeteando desenfrenado, acortó la distancia entre ambos con tal rapidez que Hunter, observándola con aquellos preciosos ojos marrones, retrocedió inmediato hasta chocar con el viejo auto rojizo.

—¿Puedo decir algo? —preguntó irónica mientras se ponía de puntillas y entrelazaba las manos detrás del cuello del joven, ignorando lo nervioso y torpe que de pronto estaba él.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —murmuró fastidiado, el rostro tan sonrojado que a tan solo centímetros de distancia Amy sentía el calor acariciarle la barbilla—. Acabo de confesarte mis sentimientos y lo único que haces es preguntarme si...

Entonces lo hizo. Inclinó la cabeza hacia él y acortó la distancia entre ellos en un suave beso. Acarició los labios de Hunter, increíblemente suaves sobre los suyos, bebiéndolos y besándolos de la manera más lenta posible. Se movía sin prisa, deseosa de guardar aquel momento para siempre, nada más que ellos en una lejana tarde de primavera importó. No importaba ya el primer beso desastroso entre ellos. Movió la lengua en una interrumpida caricia dentro de la boca de Hunter y desistió. Se dejó llevar por Nowell, con los ojos cerrados y los brazos detrás del cuello del muchacho, profundizó el beso cada que podía. Su lenguas jugaron y de movieron rítmicas una contra la otra, marcando todas sus emociones y aquellos sentimientos fuertes que empezaban a dolerle por él.

—Amy, espera...— suspiró Hunter mientras tomaba aire, alejándola apenas un poco con la respiración entrecortada y los labios rojizos.

Lo calló con otro beso que él no dudó en corresponder. El tiempo entre sus bocas parecía no existir. Podían haber pasado solo segundos o quizá largos minutos, ya no importaba ni un poco, ya no lo haría. Fue cuando sintió las manos de Hunter alejarla de él cuando vio aquellos ojos oscuros observarla fijos y sorprendidos bajo las pobladas pestañas rizadas.

—No puedes solo...

—Te quiero, Hunter —confesó antes de que él pudiera decir algo más—. Te quiero tanto que temo salir herida otra vez porque esto que siento... Me duele quererte tanto... Eres el mejor amigo que pude tener, pero temía perder esta preciosa amistad por inseguridades y sentimientos míos. Yo... lo lamento.

Hunter sonrió entre tranquilizado y exasperado.

—Amy, jamás te haría daño. Si tuviera que protegerte de cada persona que te hace daño, créeme que lo haría —tomó su rostro y, con una sonrisa amplia y feliz, rozó sus narices con diversión—. Eres increíble tal y como eres, si tan solo entendieras eso, pequeña... Y no he dejado que nadie intente aprovecharse de ti ni que te lastimen por diversión porque eres mi amiga, porque te quiero y porque me importas mucho —Le sonrió y depositó un beso en la comisura de sus labios—. Porque eso hacen los amigos, ¿o no? Se quieren y se protegen cuando hay algún idiota jodiendo por ahí.

La había dejado sin palabras. Era una de las pocas personas que le había dicho, quizá, algo tan bonito y sincero. Parecía realmente quererla tan solo en la manera como la miraba. Y eso le encantaba.

—Y tú eres el mejor —murmuró antes de abrazarlo con fuerza—. Te quiero muchísimo y no quiero perderte nunca —siguió diciendo, ocultando su rostro en la curvatura del cuello de Hunter para evitar que la viera flaquear de aquella manera tan sensiblera y emocional—. Adoro todo de ti.

—No voy a dejar de ser tu amigo —rió como si fuese lo más lógico del mundo—. Y sé que ahora no estás segura de esto pero, vamos, no podría seguir viéndote y seguir actuando como si fueras sólo mi amiga cuando sé que te derrites por mí —rió aún más fuerte, deslizando los brazos entorno a ella y los labios bajando en su oreja con tanta lentitud que Amy sintió su piel sonrojarse—. Si sólo de verte quiero comerte a besos...

—Hunter, no es necesario que hagas esto.

Cerró los ojos con fuerza cuando sintió los labios de su amigo besarle el cuello de la manera más lenta posible, como si realmente disfrutara de sentir cómo su piel se tornaba turbia ante su tacto.

—Entonces, pequeña —susurró en su oído con una enorme sonrisa—. Sería el hombre más afortunado de todos si me dejaras ser todo tuyo.

¿Cómo podía ser tan lindo? No recordaba que alguien le hubiese dicho algo tan romántico nunca. Se abrazó a él aún más y volvió a darle repetidos y cortos besos en los labios con emoción.

—Estaría... —Lo besó—. Tan —repitió entre risas—. Encantada. Claro que sí.

—Entonces quédate conmigo, pequeña.

Y así fue, solo entonces.

Su dulce debilidad ©Where stories live. Discover now