1

2.9K 169 5
                                    

Capítulo 1: Una chica y cuatro niños.

Debo estar lo suficientemente loca como para aceptar este tipo de cosas. Es decir, siempre pasa esto cuando uno de los cuatro monos me pide algo...

Camino de manera sigilosa por la panadería, y sin que el empleado se dé cuenta, agarro cuatro croissant y otros cuatro Pretzel. Los pongo en una bolsa de plástico que traje desde casa.

Camino de manera tranquila por la banqueta, y cuando cruzo la calle, empiezo a correr.

Mejor prevenir que lamentar, ¿No?

Paro de correr cuando llego a casa. Cruzo el patio y entro con la llave que guardaba en uno de los bolsillos de mi chaqueta.

— Niños, ya volví.

Cuelgo mis llaves en la cola de unos monitos de barro. No pasan ni cinco minutos cuando veo a mis cuatro bebés bajar de las escaleras.

— ¡Llegaste!

— ¡Wuuu!

— ¿Y los panes?

— Que bueno que llegaste...

Los cuatro llegan a abrasarme —Cosa que es muy tierna, ya que dos de ellos están pequeños y no me alcanzan ni a los hombros— y yo me río, dándoles un besito en la frente a cada uno.

— Aquí están sus panes, monos.— Saco la bolsa de los panes, y veo como tragan en seco. Sonrío.— Pero antes que nada, vayan a lavarse las manitas porque desde aquí veo que están sucias.—

Ellos asienten y corren hacia el baño. Miro como Kevin, Gael y Kelly empiezan a empujarse de manera juguetona, para ver quien llega primero. Sin embargo, Nicole trata de llegar sin ser golpeada.

Sonrío con dulzura al verla. Ella es la más tímida entre todos ellos. Y es de esperarse, ya que es la menor entre todos y apenas tiene siete años.

Cuelgo mi bolso en el ropero, para después caminar hacia el comedor. Me siento en una silla y suspiro mientras me sobo los ojos.

Dentro de dos horas entraba a trabajar, y no había podido dormir en toda la noche porque estaba pensando en cómo rayos le haré para pagar mi colegiatura.

Estuve considerando la opción de un nuevo trabajo. Pero estará difícil hacer que sea acoplado con mi tiempo, ya que no solo tengo que cuidar de cuatro pequeños lobos, sino que también tengo dos trabajos con los cuales debo cumplir y además el ir a la escuela me quita tiempo.

No tengo los recursos para contratar a una niñera, y aunque lo tuviera, ¡no lo haría! Es decir, dejar a una extraña a cargo de mis bebés... ¡Ja! ¡Nunca!

— ¡Primis!— Kevin llega al comedor, interrumpiendo mis pensamientos, y se sienta a mi lado.

— ¡No se vale! ¡Eres el más grande!— Kelly llega y se cruza de brazos.

— ¡Tramposo!—

— ¡Tú ni hábles, Gael! ¡También eres grande!—

— No se peleen...— Nicole se encoge de hombros y se sienta a mi otro lado.

Suspiro, y vuelvo a sonreír.

La loba de la manadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora