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Capítulo 4: Gemelos al rescate.

Hace horas que desperté, y hace horas que estoy en la casa de mis amigos.

Según ellos, me siguieron. Me vieron entrar al baño, y empezaron a discutir porque Camila quería entrar al baño, pero Cameron también. Total, al escuchar estruendos, entraron y me encontraron en el baño —O lo que quedaba de él— tirada, con sangre en la cabeza.

Afortunadamente ellos tuvieron la grandiosa idea de sacarme de ahí, y bueno, me avergoncé mucho ya que... emmm... estaba desnuda.

Gracias a la diosa Matb, sus padres son doctores, así que ellos me trajeron a su casa y me me curaron la herida con el equipamiento de aquí.

Y para variar, ellos quieren seguir los pasos de sus padres: quieren ser doctores. Así que saben muchas cosas... no me quejo.

Ahora tengo cuatro puntadas en mi frente, que afortunadamente cubre mi copete. Agradezco haber estado inconsciente, ya que odio las agujas.

No me han preguntado nada, pero se que les está matando. Ellos no saben absolutamente nada sobre qué se quien es mi mate, ni que me da miedo.

En estos instantes los gemelos están cumpliendo una petición mía: ir por los niños. Ya que es la una de la tarde.

La casa está completamente sola. Y el aburrimiento es insoportable. No he vuelto a hablar con Keyla. Ella está furiosa, lo siento. Y... ahora que no tengo el anillo ni el collar, me es más difícil el no sentir esa necesidad de compañía. Pero como aún no... no he sido reclamada, no puedo sentir lo que él siente.

Sé de su existencia desde hace años, pero apenas el año pasado descubrí que era mi mate.

Sin embargo, me aterra la idea de juntarme con él, y sea la persona que pienso que es. Recuerdo que cuando tenía diez años, lo ví, él estaba en el bosque, matando a alguien...

Con tan solo recordarlo, las náuseas me invaden.

Sangre. Había mucha sangre.

— Debo... entretenerme. Si.

Me paro de la cama y trato de caminar, sintiendo unas cuantas punzadas en la herida de mi frente. Trato de amarrarme el pans de Camila, ya que se me cae. Afortunadamente lo logro, y dejo que la camisa me quede colgando.

Observo con más detenimiento el cuarto, y me doy cuenta de que es la habitación de Cameron. Paredes verdes y posters de su banda favorita. Además, tiene a su gato anaranjado aquí, y bueno, Camila odia a Los Gatos.

— Hola, señora miau.— Le sonrío, y esta deja su cómoda cama para pegarse a mis pies, ronroneando.

Me río al decirlo. "Señorita miau". Ja. Eso solo se le ocurre a Cameron.

No hace falta decir que adoro a los animales, ejemmm.

Mi vista choca con la puerta, y la curiosidad me mata. Quiero saber cómo es la casa... jamás me habían traído aquí. Es decir, en estos dos años que llevo en este pueblo, solo he visto la casa una vez. Y por fuera.

Camino con dificultad hacia la puerta blanca, y la abro con suavidad. Un chirrido de terror resuena, pero solo lo ignoro.

Saco mi cabeza con lentitud, y miro los pasillos.
Salgo en silencio, y cierro la puerta para que la señora miau no se salga. Me quedo un rato pensando en si ir al lado derecho o al lado izquierdo del pasillo blanco. Al final, decido que el derecho debe ser de la suerte.

La loba de la manadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora