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Capítulo 10: Conociendo al Alpha

Abro los ojos con mucho esfuerzo. Me pesaban demasiado. Poco a poco mis ojos pudieron enfocar, y lo primero que veo es un techo blanco, pero las esquinas de esta tienen unas decoraciones, así que al instante descarto la idea de estar en un hospital.

Me levanto de manera lenta, hasta quedar sentada en aquella cama. Por inercia pongo mi mano en mi frente, y me sobo las sienes.

Por la Diosa Matb, esto duele...

Estoy muy desorientada, por lo que miro a mis alrededores. Un armario, burós, dos puertas, un espejo, etc. Una habitación normal... o eso diría, pero la verdad es que la elegancia me hace pensar lo contrario.

¿Dónde me he metido?

No recuerdo mucho de ayer...

Oh no.... no me habré enrollado con un extraño, ¡¿Verdad?! ¡Por favor que no haya sido así!

Rápidamente alzo las sabanas, y miro mi cuerpo.

Ah... no, sigo con la ropa de ayer.

Con miedo, me levanto. Noto mis pies descalzos, pero no siento nada de frío. Es más, me siento caliente... todo aquí es cálido. Me gusta...

¡¿Pero qué estoy pensando?! ¡Posiblemente me han secuestrado! ¡NECESITO SALIR DE AQUÍ!

Sin perder tiempo, abro la primera puerta que veo, pero es solo el baño. Opto por la otra, y esta da a unos pasillos. Salgo corriendo y bajo las primeras escaleras que encuentro. Me dirijo a las primeras puertas que veo, y pienso que es el de salida, pues es algo grande.

Pero no. No era el de salida.

Ante mis ojos, aparece un bosque gigante. Más lejos de lo que pensaba, se encontraba el pueblo. Estoy en el balcón de el segundo piso.

Dejo salir el aire de mis pulmones, y un pequeño temblor aparece en mis piernas al sentir el frío que caracteriza este lugar.

¿Dónde... estoy...?

<<¡Mate! ¡Por Matb! ¡Nuestro Mate! ¡¡¡LOGAN!!!>>

De nuevo mi corazón empieza a palpitar con una fuerza que me sorprende. Mis ojos se desvían de aquel paisaje, y yo volteo hacia la puerta. Meto un mechón de cabello hacia atrás de mi oreja para que no me moleste, y entre abro mis labios.

Él... es mi mate.

Sus ojos azules celeste, su cabello negro, sus labios rosados por el frío, su piel que se ve apetecible, su ceño levemente fruncido y por supuesto, su Perfecto cuerpo... todo eso me hace sentir una especie de calidez en mi pecho, y una atracción que me deja perpleja.

Me quedo muda, y mi cuerpo empieza a temblar. Pero no por el frío.

Mi cuerpo lo pide: mirarlo, besarlo, hablarle y hasta tocarle. Eso me asusta. Yo soy capaz de sentir como la sangre se me sube al rostro.

Está tan cerca... debo... debo... yo...

Camina hacia mí con pasos seguros, y no me da tiempo de alejarme, solo sé que ahora estoy atrapada en sus brazos, y que su rostro se hunde en mi cuello.

La loba de la manadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora