Surrealista

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Toda magia conlleva un precio...

Nunca hubiera creído que eso fuera tan cierto. Tenía magia en ella, lo sabía, pero siempre había subestimado sus poderes. Regina sin embargo, le había enseñado, de una manera bastante ruda, cierto, los rudimentos: la magia viene de las emociones, se nutre de ellas y las transforma en una fuerza que poco son capaces de practicar y dominar.

Emma nunca habría creído que sus emociones, sus sentimientos en ese momento la conducirían a lo que acababa de hacer. Esa última semana había sido un infierno para ella y para Henry...Para ser sinceros, fue un infierno para no pocas personas.

Ella tuvo que enfrentarse a no pocas cosas, a sus padres que estaban liados con el nacimiento de su segundo hijo, pero también y sobre todo a Henry, cuyos recuerdos de vuelta fueron más una maldición que una bendición.

«Repito: ¿Qué hace usted en mi casa?»

«Escuche...no es lo que cree»

«Me gustaría creerla, pero como tarde mucho en decirme qué hace aquí...»

Regina golpeaba el suelo con el pie ante una Emma completamente tomada de improviso.

«Escuche...es...no consigo creerlo...»

«Yo creo que el hecho de que nuestras relaciones se hayan tranquilizado no significa que pueda tomarse ciertas libertades»

«No...no es el caso, ¡se lo aseguro!»

«¿Ah sí? Entonces, ¿puedo saber qué hace en mi habitación? ¿En mi cama?»

«Bueno...estaba durmiendo...» balbuceó Emma, pero ante la oscura mirada de una Regina que pedía explicaciones, ella perdió su sonrisa.

«Emma...»

«Escuche...es...ni yo logro comprender, es...surrealista»

«Y que lo diga» gruñó ella

Emma se quedó ahí, ante Regina, con los ojos abiertos como platos...no se lo podía creer: ¿cómo era posible? Y como si eso no bastase, ella parecía completamente enfadada, en cólera...

«Escuche, hay una explicación...Aún no sé cuál, pero...»

«¿Qué está contando?»

«Regina...¿usted...así que usted no lo sabe?»

«¿Saber qué? ¿Que invade mi espacio personal sin ninguna vergüenza?»

«No...Pero...que...en fin...»

Emma no sabía por dónde comenzar. Esos últimos días habían sido tan intensos que no encontraba las palabras. Por otro lado, ¿cómo anunciar eso? Regina la tomaría por una loca...

Porque sí, cualquier la tomaría por una loca si contaba lo que estaba viviendo en ese momento: Regina estaba ante ella, aparecida como milagro en su habitación mientras ella intentaba conciliar el sueño...

Sí, Regina estaba ahí...

«¿Me va a responder sí o no? ¿Qué hace en mi casa? ¿Y dónde está Henry?»

«Henry...Henry está con Snow, David y Neal»

«¿Neal? ¿Él no está...muerto?»

«El hijo de Snow y de David» respondió con naturalidad Emma, como si fuera evidente.

«Ellos...¿ella ha dado a luz? Pero, ¿cuándo?»

Emma se trituró nerviosamente sus dedos

«Hace...hace unos días ya...casi una semana»

«¿Una semana? Pero...es imposible. Hace una semana nosotros...»

«¿Sí?»

«Nosotros...ella no estaba...no estaba...»

«¿De qué se acuerda, Regina?»

«¿Perdón?»

«Yo...usted...Es difícil de comprender, ni yo misma sé cómo, pero...está aquí y...»

«Pero, ¿por el amor de Dios qué está diciendo?»

Regina perdía paciencia a la vez que Emma perdía su seguridad...Estaba perdida, completamente perdida. Entre felicidad y pena, entre alivio y miedo...Regina estaba ahí, delante de ella, cierto, enfadada, pero ahí de todas maneras.

«¿Emma? ¡Emma!» Emma se sobresaltó y la miró antes de tragar en seco «¿Qué está pasando?»

Emma notó la turbación en la voz de Regina, así como crecía su ansiedad...Suspiró.

«Regina...usted...usted está...»

«¿Sí, qué? ¿Yo estoy qué?»

Entonces, Emma la miró fijamente, tenía que decirlo, no había elección. Y poco importa la racionalidad de los hechos, estaba ahí, frente a ella. Así que, dando realidad a lo que llevaba negando desde hacía una semana ya, quitándose un peso de su corazón, gritó más que habló

«¡Usted...usted está muerta!»


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