....lo que bien acaba

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«¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaassssss! ¡Es Navidad! ¡Navidaaaaadddd! ¡Arriba, arriba, arriba, arrrrrrrrrrrriiiiibbbbbbaaaa!»

«Hmmmmmm....» refunfuñó Emma mientras salía de debajo de su almohada. Entonces miró esa pequeña cabeza morena que acababa de entrar en la habitación como un huracán. Entonces se giró hacia Regina que se había refugiado bajo las sábanas «Gina...»

«Hm...»

«¡Regina! ¡Arriba...»

«¡SÍIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, ARRIBA, ARRIBA, ARRRRIBBA! ¡Es Navidad, Papa Noel ha traído muuuuchos regalos!»

«Regina...has escuchado...levanta...» rezongó Emma sacudiendo a su mujer.

La bella morena suspiró y se enderezó, lanzando una ojeada al despertador: solo eran las ocho de la mañana...Suspiró y volvió a meter la cabeza bajo las sábanas

«Más tarde, más tarde...»

«¡Nooooooooo, ahora! ¡Por favorrrrrrrrrrr!»

Emma entonces se sentó y vio el rostro regordete de su hija, esperando impaciente que sus madres se levantaran. Enternecida, sonrió antes de desordenar sus cabellos.

«Ok, nos levantamos»

«¡Síiiiii!»

La pequeña salió de la habitación mientras Emma se inclinaba sobre su mujer y besaba su hombro, lo único que sobresalía de los cobertores.

«Levanta, cariño...Feliz Navidad»

Entonces Regina sonrió, la cara pegada a la almohada, antes de incorporarse y mirar a su mujer.

«Feliz Navidad, señorita Mills» se estiró y miró hacia la ventana. Fuera, la nieve caía copiosamente. Habían escuchado en la radio que ese día no habría servicio público. Así que estaban encerradas en su casa desde hacía dos días y para algunos días más.

«Creo que algo he oído. Papa Noel parece que ha llegado» dijo, divertida Emma

«Eso parece»

«Mamáaaaaaaaaaaaaaasssssss» se oyó una vocecita desde el salón

Las dos mujeres entonces se levantaron, Emma con más reticencia, y se pusieron una bata antes de aparecer en el salón donde se erigía un hermoso árbol de Navidad a cuyo pie estaban amontonados muchos regalos y, entre ellos, una pequeña niña de cuatro años, de rizos morenos salvajes y sonrisa resplandeciente.

Las dos mujeres no pudieron dejar de sentir admiración ante su pequeña princesa.

«Sofía, ¿has despertado a Henry?» dijo Regina

«No...ha cerrado su puerta con llave...» refunfuñó la pequeña con una mueca.

Las dos mujeres intercambiaron una mirada antes de que Emma golpeara el hombro de su mujer.

«Yo voy»

Y cuando Emma salió para ir a despertar a su hijo, Regina se acercó al abeto y se sentó en el sofá.

«¿Puedo abrir uno, mamá?»

«Vamos a esperar a tu hermano, cariño» la pequeña puso morritos, lo que divirtió a Regina, ya que a veces encontraba en Sofía los gestos de Emma. «Ven aquí»

La pequeña trepó al sofá, al lado de su madre. Esta le peinaba sus pequeños rizos cuando Emma apareció con un Henry todavía algo dormido. El muchacho había crecido mucho, Regina solo se estaba dando cuenta en ese momento al verlo junto a Emma, a quien le pasaba una cabeza. Él se acercó a su madre y la besó en la frente.

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