Vuelve a mí

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Regina se quedó ahí, bajo la nieve que la atravesaba de lado a lado, mirando impotente el coche empotrado bajo la torre del reloj de la ciudad. Postrada a algunos metros, ningún sonido pudo salir de su boca, ni siquiera un llanto.

Lo único que le venía a la mente era el grito estridente de su hijo antes de que el coche se estrellara.

«Henry...» suspiró ella rápidamente, como acordándose de su presencia en el coche «¡HENRY!»

De repente, a través de la cortina de nieve, distinguió dos siluetas, atraídas por el ruido del accidente, dar vueltas alrededor del coche. La bella morena entonces rezó para que los ocupantes del coche estuvieran bien.

A lo lejos sonaron sirenas y la atención de Regina se dirigió hacia las luces rojas y azules que se divisaban en el horizonte. En poco segundos, una armada de bomberos, ambulancias y policías se encontraban rodeando la escena del accidente.

«Piedad...Que no les haya pasado nada...» murmuró Regina mientras se negaba a acercarse al coche

«¡Aquí está!» gritó uno de los bomberos. Regina dio unos pasos hacia delante para divisar a Henry, inconsciente, ser puesto directamente en una camilla.

«Henry...Oh, Henry...»

Y cuando se materializo cerca de él, uno de los de la ambulancia atravesó su cuerpo para comprobar que Henry estuviera bien colocado y amarrado antes de subirlo a la ambulancia. Cuando se disponía a seguirlo, se detuvo de repente. Entonces se giró y vio el coche que estaba siendo cortado, trozo a trozo. Se acercó y captó algunos trozos de conversación entre dos bomberos.

«Entonces, ¿cómo se presenta la situación?»

«No tiene buena pinta...»

Regina se estremeció y se volatilizó para reaparecer cerca del coche, cerca del lado del conductor, y lo que vio le produjo escalofríos cuando se suponía que no debía sentir nada. Sentada en su asiento, Emma estaba inconsciente, la frente ensangrentada. Los bomberos cortaron la puerta y el techo del vehículo, mientras que otro rasgaba le cinturón de seguridad. Una vez liberada, Emma cayó como una muñeca de trapo en los brazos del bombero.

«¡Una camilla!» gritó él mientras sujetaba a la joven inconsciente.

Cuando finalmente fue recostada, le tomó sus constantes y comprobó que su pulso era débil, demasiado débil. Y mientras la primera ambulancia se iba con Henry, Emma fue subida en una segunda y, apenas hubo arrancado, el monitor cardiaco lanzó un agudo ruido.

«¡Se nos va!» gritó uno de los médicos

Regina estaba quieta en una esquina, testigo impotente de la escena.

«Emma...por favor...»

Los médicos empezaron a moverse como locos, y pronto el ruido agudo se transformó en un bip regular

«Ya está, la hemos recuperado» dijo aliviado uno de los médicos.

Unos minutos más tarde, las ambulancias llegaron al hospital y los dos fueron atendidos. Regina se quedó con Henry que recobró la consciencia minutos después de haber llegado. Y una batería de exámenes después, solo se confirmó que tenía un gran hematoma debido al cinturón de seguridad, así como algunos cortes por los cristales del parabrisas.

«Mi muchacho, tus abuelos ya han sido avisados, pronto llegarán»

«¿Y mi madre? ¿Dónde está? ¿Cómo está?»

«Calma, muchacho, se están ocupando de ella»

«¡Suélteme!» dijo él forcejeando «¡Quiero verla!»

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