Anexo Final: Delirio.

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Hanamiya Makoto

Su cabello dorado flotaba entre los dedos, la calidez del viento le golpeaba la cara como la primavera y su sonrisa era tan dulce como el canto de un niño. Seguía sus pasos por la ladera llena de flores, descalzo, podía sentir el pasto bajo mis pies y aunque siguiera corriendo, era incapaz de alcanzar a Cherie.

—Más rápido, Makoto. —gritó ella alzando una mano, mostrando una gran sonrisa y aquellos ojos llenos de felicidad.

El grito de los reos me despertó, giré entre las sábanas y traté de regresar a ese sueño que, aunque extraño, llenaba mi alma. En cierta forma sentía que si dejaba de soñarla olvidaría sus facciones y su voz. Fue imposible, los guardias golpearon todas las celdas y ordenaron a los reos a levantarse. Mi cabellera estaba opaca por el sudor, un mechón se separó del resto cayendo por mi frente, ocultando mis ojos y aquella expresión de resignación que ya se gesticulaba con naturalidad.

Un guardia informó sobre las visitas para los prisioneros y por primera vez en un año mi nombre se añadió a la lista.

Reforzaron mis muñecas con aquellos grilletes fríos, nos ordenaron en una fila mientras que los vigilantes inspeccionaban que no llevásemos nada bajo nuestras prendas. Fue entonces cuando sus manos rodearon mi brazo derecho y apoyó su cabeza en mi hombro, pude sentir su fragancia mezclada con el enlosado y separé todo bullicio que me desconcentrara de ella, mi amada Cherie. Estaba conmigo a cada minuto de mi vida.

Su silueta se esfumó por un segundo cuando un guardia pasó por su lugar, pero regresó en un parpadeo. Junto a esa sonrisa tan brillante que encantaba, abrió sus labios delicadamente y susurró mi nombre, por un momento quedé hipnotizado por su belleza y su voz armoniosa.

—¿Dónde vamos? —pregunto sosteniendo mi brazo.

—Alguien vino a verme —solté con una sonrisa divertida.

Pude oír la voz de uno de los reos detrás de mí, soltando cada dos palabras una maldición y una de esas frases fue hacía mi.

—Vaya, aún te recuerdan, loco. Deberías pedir que te trasladen a un manicomio, hijo de puta.

—Sería mejor que llevasen a los simios al zoológico —respondí con aires de superioridad y sonriendo hacía aquel sujeto.

Obviamente esto provocó un pleito, el cual fue fácilmente terminado por los guardias, recibí algunos golpes de su parte, pero ya no me importaba mucho lo que pasaba. Me separaron de la fila y tuve que esperar a que todos terminarán su visita para recibir la mía, que a esas alturas del día me tenía bastante intrigado.

Mis pies arrastraban también aquellas cadenas de seguridad, era un peso familiar, pero me reconfortaba saber que no estaba solo.

—Es una lástima que me veas así, querida —dejé salir mientras caminaba, ella me dirigió una sonrisa carismática mientras que el guardia a mi lado arrugo la frente. De seguro estaba celoso por verme con esa belleza al lado.

Al llegar una puerta de hierro oscuro nos frenó el camino, el sujeto a mi lado la abrió de un golpe y tras ella pude observar un largo pasillo divido en dos por un vidrio reforzado y sillas puestas en ambos lados. Distinguí el cabello rubio de ese hombre, alto y de contextura delgada, se apoyaba sobre un bastón y en su mano libre llevaba un portafolio café. Tomó asiento frente al vidrio y fue entonces cuando el guardia me guío hasta el mismo lugar, separados solamente por ese amplio ventanal.

—Ha pasado tiempo —saludé—. Eres Louis, ¿no? El hermano inútil de Cherie.

Fin

Black Cherry [Hanamiya Makoto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora