0. Prólogo

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Sus dedos recorrieron la fina línea azul que encerraba el nombre y el número telefónico de la persona que buscaba... y necesitaba. Resultaba ser una situación muy irónica, ya que él siempre se había encargado de darle todo a su hija para que nunca le faltara nada, pero ahora era él quien necesitaba con urgencia algo. No algo, alguien.

Se recostó sobre la silla y el respaldo se inclinó levemente hacia atrás, dejando que el techo invadiera su campo de visión. El simple hecho de pensar que debía conseguir a una persona para que le diera a su hija lo que él apenas podía darle lo deprimía increíblemente, y por momentos se sentía un pésimo padre.

Para su suerte, su hija Charlie tenía la costumbre de despertarse al rededor de la media noche y merodear por el departamento en busca de su padre para que le preparara leche o bien la arropara para contarle una de sus fantásticas historias sobre monstruos y ángeles. No le gustaba que Charlie se despertara tan tarde, uno de esos días él podría estar durmiendo y ella podría sufrir algún accidente con un electrodoméstico o bien un simple cuchillo, pero ella era lista, dudaba que algo así fuese a pasar.

Como pasaba todas las noches, Charlie se levantó de su cama, se puso sus pantuflas y emprendió su búsqueda diaria. No se tardó mucho en encontrar a su padre sentado frente al escritorio de su oficina mirando perdidamente al techo. La pequeña mente de Charlie no podía imaginar el por qué su padre estaba así, pero le bastaba con ver su rostro agotado para saber que debía hacer algo.

Se adentró en la oficina hasta quedar frente a su cansado papá, quien no se percató de su presencia hasta que la pequeña envolvió sus piernas con sus brazos.

-¿Papi está bien?

Dean se repuso sobre el asiento hasta quedar inclinado hacia la niña. Tomó una de sus manos para besarla y hacerle ver a su hija que no había nada de qué preocuparse.

-Todo está bien, preciosa. ¿Qué haces despierta?

-Quería escuchar uno de tus cuentos, me gustan mucho -Charlie soltó una risita, dejando a la vista sus pequeños dientes. El corazón de Dean se derritió, cada vez que su pequeña reía sus problemas parecían desaparecer.

Aunque en el fondo sabía que seguían ahí.

Tomó a Charlie por los brazos y la subió hasta sentarla en sus piernas. La niña lo miró con el entrecejo fruncido, pues los cuentos solían ser contados en su habitación o en la de su padre, pero nunca en la oficina de este. Antes de que Charlie pudiese formular una pregunta, Dean la tomó de las manos.

-Charlie, sabes que papá trabaja mucho, ¿no? -ella asintió agitando la cabeza de forma positiva -Y lo hace para darte todo lo que necesites y quieras.

-Mi papi es muy bueno.

-Si, lo es -respondió, sin creer mucho en sus palabras -. Papá no puede cuidarte siempre porque trabaja, y el tío Sammy ya no podrá venir a cuidarte mientras no estoy porque él también trabaja.

-¿El tío Sammy trabaja?

-Sí, y debe cuidar a su familia también.

-No lo entiendo -la confusión se hizo presente en el rostro de la niña -, se supone que los alces están en el bosque, ellos no trabajan. ¿Por qué el tío Sammy trabaja y no está en el bosque?

Dean pareció confundirse aún más que su propia hija.

-¿Por qué dices que el tío Sammy es un alce?

-Porque el tío Crowley me lo dijo.

Dean cerró los ojos y maldijo internamente a su amigo y compañero de trabajo por decirle tales estupideces a su hija. Ya hablaría con él mañana sobre eso.

-Ignora lo que el tío Crowley te dijo, está medio loquito -volvió a asentir con la cabeza, riéndose por la aclaración -. ¿Te molestaría tener un niñero, Charlie?

-¿Niñero? ¿Como el tío Sammy?

-Sí, pero no el tío Sammy. Otro hombre bueno vendría a cuidar de ti.

-Si es un hombre bueno no me molestaría papi.

Le había dolido tanto escuchar aquella respuesta, incluso viniendo de su hija. Básicamente le había dado autorización para ser cuidada por un total desconocido y él la iba a dejar. Iba a confiar a su hija a alguien más porque él no podía cuidarla, por más que quisiera, pues no podía dejar su trabajo y la fuente que les permitía ese estilo de vida.

Se obligó a poner buena cara frente a Charlie, sabía lo preocupada que era por él y lo último que quería en ese momento era hacerle pensar que pasaba por un mal momento, aunque esa fuese la realidad.

Se puso de pie con Charlie en brazos y caminó hasta llegar a la habitación de la niña. La arropó, pero esta vez no hubo cuento que contar, y pese a que la niña se sentía desconcertada por eso, le dejó claro a su padre que podía contarle uno mañana. Antes de apagar la luz de la habitación, Dean besó la cabeza de la niña cariñosamente para luego desearle las buenas noches.

Caminó de vuelta a la oficina y se sentó frente al escritorio, mucho más seguro que antes. Sin siquiera prestarle atención a las dudas que recorrían su mente hace un rato, tomó el teléfono y marcó los números escritos en el papel.

Pasaron unos tortuosos segundos antes de que descolgaran la llamada desde la otra línea. Leyó el papel sobre el escritorio una última vez.

«Castiel Novak. Niñero

Babysitter ❴DESTIEL❵Where stories live. Discover now