12. La pierna rota

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No mucho después de tener que ir a casa junto con su niña luego de un increíble día, Dean, con el pecho rebosante de alegría, se sentía lo bastante bien como para salir al balcón y gritarle al cielo lo mucho que le encantaba besar a Castiel. Era un hecho. No tenía que volver a probar sus labios para saberlo, pero eso no significaba que no ansiaba volver a hacerlo. 

—Papá, ¿por qué sonríes tanto? —Fue lo primero que dijo la pequeña Charlie una vez que ambos llegaron a su hogar.

Aunque Dean habría amado compartir su felicidad con la mayor entusiasta de su relación con Castiel, sabía que no podría perdonarse el decepcionarla en caso de que algún día las cosas entre ellos salieran mal, así que decir la verdad no era una opción.

—Porque estoy muy feliz de saber que ahora podremos hacer muchas cosas con Castiel.

—Yo también, papi. —Charlie le mostró una sonrisa cansada y bostezó—. Aunque tus mejillas van a doler si sigues sonriendo así.

—Probablemente tienes razón —dijo, para luego cargar a la niña en brazos—. Ahora vamos a llevarte a la cama antes de que acabes durmiéndote en el suelo.

El fruto de todo un día de movimiento y juegos apareció tan pronto como Dean terminó de arroparla en su pijama y dejar un beso en su frente. Cuando apagó la luz y se volvió para mirarla, ella se encontraba en el más profundo sueño, probablemente fantaseando con angelitos, como él le había dicho previamente. Su cansancio no era menor tampoco, sin embargo, tenía energía de sobra para pensar en Castiel y en los acontecimientos de esa noche.

Una vez metido entre las sábanas, Dean tomó su teléfono para desearle las buenas noches al protagonista de sus pensamientos sin miedo a parecer desesperado. La palabra «orgullo» no existía en su vocabulario en ese momento.

—Si él tomó la iniciativa para besarme, yo puedo tomarla para enviarle un mensaje. —Fue la reflexión que hizo antes de comenzar a escribir.

Oye, solo te hablaba para hacerte saber que hoy fue uno de los mejores días que he tenido en un largo tiempo. No hubo momento del día que no haya disfrutado, aunque puedo elegir uno favorito ;)

Castiel, bendito sea, respondió solo segundos después.

Cas: Qué coincidencia, yo también tengo un momento favorito.

Por favor, Cas, comparte con la clase.

Cas: Hacía no mucho temía que estuvieras casado o no te sintieras atraído hacia los hombres (lo cual creí muy probable), así que mi momento favorito fue cuando me dejaste en claro que mis sentimientos eran recíprocos.

Cas.

Mis sentimientos son mutuos desde hace un buen maldito tiempo.

Voy a escribir esto antes de ponerme a pensar en lo cursi que estoy sonando, pero ya quiero verte.

Cas: Con el riesgo de sonar empalagoso... yo también.

Cas: Buenas noches, Dean. Nos vemos en unas horas. :)

Buenas noches, Cas. xo.

No fue hasta que dejó el teléfono a un lado que se percató de la gran y tonta sonrisa que se había formado en su cara en algún momento de la conversación. Charlie tenía razón: sus mejillas acabarían doliendo porque ese era el efecto que Castiel tenía en él, pero el futuro nunca se había visto tan prometedor como entonces, así que a Dean no le importó ni un poco.

Los mensajes que intercambiaron la mañana posterior fueron de naturaleza formal, o como Dean los había llamado cuando los vio: Castiel sigue tratándome como su jefe y aunque eso es algo excitante no me gusta que se sienta avergonzado de pedirme algo. Castiel, en efecto, le pidió con tanta urbanidad como pudo expresar, si aquella mañana podría cuidar de Charlie en su propia casa. Dean ni siquiera acabó de leer el mensaje cuando ya estaba escribiendo una respuesta afirmativa. Sabía que, sin importar el lugar, podía confiarle su hija a Castiel.

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⏰ Last updated: Apr 16, 2020 ⏰

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