CAPÍTULO 3

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—¿Hablas en serio, cariño?—pregunta mi padre.

Me revuelvo algo incómoda.
¿Y si al final no consigo con quién asistir a la dichosa boda?

—Sí, papá.

—¿Estás saliendo con alguien, Dulce? —interviene mi madre.

—Así es —afirmo decidida—, ¿Por qué se asombran tanto? ¿Acaso lo ven tan descabellado?
—¡Es un milagro, hermana!—interviene el molesto de Rodrigo y lo fulmino con la mirada.

—Te felicito, Dulce —dice entonces Ignacio justo en el momento que le voy a largar unos cuantos improperios a Rodrigo.

—Gracias —replico suavemente.

—Pero cuéntanos algo más... ¡No nos dejes así! —insite mi madre.

—Ehm ya lo conocerán en la boda. Tengan un poco paciencia—digo y me empino el vaso de Mojito, mientras ruego para que dejen de preguntar.

—¡Pero Dulce! —protesta mi madre.

Miro a mi padre en busca de ayuda.

—Por favor, Pilar —le advierte éste—. No la atosigues. Cuando nuestra hija lo crea conveniente, nos hablará del hombre que la ha enamorado—agrega y me regala un guiño.

—Gracias, papá —digo sintiéndome un poco culpable por estarles mintiendo.

—Ay Manuel solamente me interesa saber con qué clase de hombre está saliendo mi hija.

—Pilar, nuestra hija es grande. Sabe elegir lo que es mejor para ella. ¡Quédate tranquila!

Están hablando como si yo no estuviese frente a ellos y eso me molesta.

Resoplo ruidosamente.

—¡Ya basta! —chillo —. Dejen de hablar como si yo no estuviera presente. Mamá, no te preocupes, supe elegir muy bien; ¡Lo vas a adorar! —digo aún sabiendo que me acababa de enterrar todavía más.

—¡Estoy deseando conocerlo!

—Ya lo harás... todos lo harán. Y ahora ¿podemos almorzar ya? ¡Muero de hambre! —exclamo intentando desviar la atención de todos.

Y por suerte lo logro. Mi madre sirve el almuerzo que transcurre sin sobresaltos, y gracias a Dios nadie vuelve a sacar el tema de mi repentino noviazgo dejándome comer en paz.
La comida está deliciosa. Mi padre es un gran asador, y su carne asada es la mejor del mundo.
Mi madre no se ha quedado atrás, porque el tocino del cielo le ha quedado exquisito; ¡Ese postre es una bomba!

A eso de las cuatro de la tarde, con la excusa de prepararme para la fiesta de despedida del señor Akerman, me despido de mi familia y regreso a casa.

A eso de las cuatro de la tarde, con la excusa de prepararme para la fiesta de despedida del señor Akerman, me despido de mi familia y regreso a casa

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Diez menos cuarto estoy en casa de Mayra, esperando que termine de arreglarse.

—¿Cómo me veo? — pregunta sin dejar de mirarse al espejo. Gira para un lado, luego hacia el otro—. ¿No te parece muy escotado este vestido? ¡Tu si que estás alucinante!

Dulce LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora