CAPÍTULO 41

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Dios mío... estoy temblando. No puedo creer que Bruno esté diciéndome estas cosas. Él también llegó a mi vida cuando menos lo esperaba, y su llegada fue tan de repente que hizo temblar la tierra bajo mis pies poniendo mi mundo completamente de cabeza.

Estoy viviendo el momento más romántico de mi vida. Bruno acaricia suavemente mi mejilla con el dorso de su mano mientras me mira directo a los ojos. Está esperando a que diga algo. Es lo que debería hacer; pero los nervios del momento me traicionan y lo único que sale por mi boca es una risa tonta que intento contener sin éxito.

¡Ay! Pero si parezco una hiena...

—¿Te estás riendo de mí, Sweety? —pregunta algo incómodo.

Bajo la mirada cual niña a la que acaban de regañar mientras nerviosa me muerdo el labio inferior.

—N... no—balbulceo —. Yo no quise reírme. Es...

—¡Genial! —me interrumpe molesto —. Te estoy diciendo que no quiero perderte. ¡Intentando hacerte entender lo especial que eres para mí! ¿Y tú te me ríes en la cara? Dulce yo...—Se ha molestado. Y lo entiendo, yo estaría igual, o peor.

—¡No me río de ti! —grito para detener su sermón. Y lo consigo, Bruno posa sus ojos, que brillan con curiosidad, sobre los míos a la espera de lo que pueda llegar a decir —. Es que nunca me habían dicho nada parecido...—Mi voz es casi un susurro —. Me he puesto nerviosa —agrego.
Voy a decirle que lo siento pero no me lo permite. Sus labios han sido más veloces que los míos y en un santiamén callan mis palabras con un dulce beso; suave y delicioso.

—¿Con qué clase de hombres has salido? —mumura tras abandonar mi boca por un momento. Intento responder, pero esta vez tampoco me lo permite. Sus labios vuelven a sellar los míos con otro sugestivo beso que me deja sin aliento, y hace que me aferre con fuerza a su cuerpo.

El beso culmina segundos, minutos u horas después, no tengo claro el tiempo que ha transcurrido, Bruno es capaz de hacer que el tiempo a nuestro alrededor se diluya con sólo ponerme un dedo encima.

—Creo que en materia de hombres no he sido tan lista—murmuro con labios temblorosos al tiempo que quito mis manos de su pecho y dejo caer mis brazos a los lados de mi cuerpo.
Su sonrisa se ensancha, toma mis manos entre las suyas y entrelaza nuestros dedos.
Es maravilloso... el tacto de su piel, cálida y suave... la forma en que nuestras manos encajan a la perfección como si hubiesen sido creadas con el designio de encontrarse para no separarse jamás.

—Ven aquí, Sweety —dice, y con un leve movimiento me atrae hacia si y me envuelve entre sus brazos —. No lo entiendo. Hasta un idiota como yo ha sido capaz de ver la increíble mujer que eres.

—Tu no eres un idiota, Bruno.—afirmo alzando la vista para encontrar sus profundos ojos azules que me miran atentamente—. Eres exasperante y algo presumido, eso sí, —agrego arrancándole una carcajada.

Me lo quedo viendo, dándome cuenta que estar entre sus brazos mientras le oigo reír, roza la perfección.
Estar entre los fuertes brazos de un hombre tan sexy que es casi pecado, mientras oyes su risa varonil, luego de que te haya confesado que quiere protegerte porque eres especial para él, es la experiencia que cualquier mujer anhelaría vivir; ¡Y me ha tocado a mí! Realmente es como si hubiese sido tocada por una varita mágica que cambió mi suerte.

—Si tu lo dices —murmura sobre mis labios que sonríen bajos los suyos.

—Gracias —digo en cuanto logro hablar de nuevo —. Por preocuparte por mí. Por querer protegerme.

—Siempre lo haré, doctora Martínez. No tenga duda de ello—habla mientras coloca mi rebelde cabello detrás de la oreja —. Y ahora... hagamos lo correcto. Por favor. —Lo miro sin entender —. Llevemos esto a la policía.

Dulce LocuraWhere stories live. Discover now