Espero

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5. Espero

Vente conmigo, yo te quiero

Me enloquece tu manera de pensar.

Hace algún tiempo tuve un sueño que me hablaba

Acerca de montañas y praderas sin final

(...)

Espero, estos caminos que se unieron

Encuentren pronto la manera de enredarse mucho más

.

.

El circo ya se había marchado del Green Park.

Sin embargo, a John le quedaba una extraña mezcla entre el feliz recuerdo de la semana vivida con Sherlock durante los últimos diez días y la duda de qué pasaría durante los siguientes días. Al pasar frente al parque rumbo al centro de la ciudad con su familia en el vehículo conducido por su padre, no pudo evitar sentir el vacío y la nostalgia que ofrecía el gran espacio que ahora era solo mucho pasto, sin carpas ni casas rodantes, ni la ya tan conocida reja por la cual se estuvo colando durante tres semanas seguidas. Sonrió con pesar al pasar por ahí y acto seguido, sacó su teléfono del bolsillo de su chaqueta y escribió un mensaje a Sherlock.

"Hola, ¿Todo bien? JW"

-¿Novia nueva tan pronto, hermanito? –preguntó Harry en tono burlón, quien iba sentada a su lado en el vehículo. John guardó el teléfono en el bolsillo interior su chaqueta y le dio una mirada fulminante a Harry al tiempo que se ponía una mano en la mejilla para constatar que tanto se había sonrojado al oír eso. Su hermana solo le sonrió en gesto de victoria.

"Instalándonos. El show comienza el 10 de Octubre. Participaré. SH"

Durante la semana que Sherlock estuvo con la bota ortopédica en su pie, dedicaron gran parte del tiempo simplemente a besarse en el cuarto del moreno, pero sin concretar ninguna otra acción que fuera más allá de los besos o las caricias tímidas por encima de la ropa. Pareciera que Sherlock podía satisfacer su curiosidad y deseo a base de besos, y John no sentía apuro por buscar nada más pese a que el tiempo de estar físicamente juntos se les acababa y el rubio de todos modos, algo de expectativas se había hecho respecto al tema de hasta donde pretendía poder llegar con Sherlock. Sin embargo, algo cambió el día lunes, cuando John descubrió sobre uno de los muebles del acróbata un estuche de cuero entre unas curiosas hojas llenas de garabatos que parecían notas musicales y partituras. Sherlock estaba su cuarto cambiándose de ropa cuando John tomó curioso una de las hojas y descubrió que efectivamente, se trataba de una partitura.

-No sabía que te gustaba hacer música –comentó John en voz alta- ¿qué tocas, la guitarra, la trompeta...?

-El violín. –contestó el moreno.

Sherlock salió bajándose la camiseta que se había puesto en su cuarto, dejando ver a John parte de su cintura y su ombligo. El rubio no alcanzó a distraer su mirada, y por el contario, se quedó mirando fijamente al moreno que pasaba junto a él y estiraba un poco los brazos para tomar su estuche, ponerlo en la mesita que hacía las de comedor-laboratorio con el microscopio encima y sacar un elegante violín de su interior. Medía aproximadamente 60 centímetros y parecía sumamente frágil, caro y valioso a los ojos de John. Sherlock tomó el arco que reposaba dentro del estuche con delicadeza mientras se acomodaba el violín en su hombro izquierdo haciendo unos cuantos punteos antes de comenzar a tocar una melodía dulce. John, que estaba de pie frente a él, tomó asiento en una silla que encontró cerca y se quedó mirando embelesado a Sherlock quien parecía simplemente ser uno con la música que llenaba el cuarto de una manera agradable y extrañamente cálida. A veces cerraba los ojos cuando una nota era demasiado aguda. Su respiración se aceleraba un poco al tiempo que el ritmo aumentaba y apretaba un poco los labios al momento de hacer una nota grave. La melodía sonaba fluida, alegre y serena, y además le gustaba a John, cuya mirada iba de los finos dedos del acróbata y ahora músico, al rostro del adolescente. De pronto Sherlock apretó los ojos e inspiró hondo para luego sacarle al violín un conjunto de notas erráticas, terribles y hermosas al mismo tiempo en un sonido que a John casi hizo que le salieran lágrimas, pues estaba realmente concentrado en la pieza. Entonces el rubio reconoció Sherlock acababa de interpretar frente a él. Era exactamente la misma que había sonado aquella primera vez que le vio en lo alto de la carpa del circo esa noche, cuando cruzó la cuerda floja y corrió a lo largo de ella hasta lograr su objetivo. Sherlock se quitó el violín del hombro y se quedó mirando a John, quien ahora estaba muy erguido contra el respaldo de su asiento y con los ojos muy abiertos.

Revista de GimnasiaWhere stories live. Discover now