¿Soledad?

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Había perdido la cuenta de las situaciones que tuvieron que resolver en las últimas dos semanas, cada día las cosas empeoraban y nada lucia como si fuera a mejorar. El General Cho había enviado órdenes para la completa evacuación de mujeres, niños y adultos mayores hacia las provincias y todos sabían porque era la urgencia...

La batalla ya estaba a poco tiempo, cada día se anunciaban nuevos ataques y desafortunadas perdidas en la marina y el equipo aéreo que intentaban en vano evitar la entrada del enemigo al país. Era cuestión de esperar a que Kyuhyun los llamara para formar filas y dar cara al destino desagradable pero inevitable de sus vidas.

Donghae comenzaba a asumirlo, y poco a poco el miedo que le ataba cuando tenía que levantar el arma y apuntar a otra persona se iba desvaneciendo, por supuesto este jamás desaparecería totalmente, porque simplemente no tenía el corazón para asesinar a nadie... a menos que la situación lo requiriera.

HyukJae se había convertido en el líder de su equipo, siendo la cabeza que guiaba a todos tenía una enorme responsabilidad, y sin embargo Donghae admiraba la manera en que lidiaba con ello y hacia un excelente trabajo. Hyuk cuidaba de todos, y hacia lo posible porque ninguno se quedará atrás; lograba convencer a las madres preocupadas de que sus hijos estarían seguros en el campo, les mostraba esa enorme y brillante sonrisa que inmediatamente se ganaba la confianza de todas ellas... sin duda Hae cada día se enamoraba más de aquel hombre.

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Miraban a los pequeños con sus abuelos y madres subir a los transportes disponibles para llevarlos a las provincias donde difícilmente caerían bombas; presenciaban las despedidas emotivas de esas familias que posiblemente nunca imaginaron separarse de la manera más cruel y difícil.

Todos tenían que vigilar que nada interviniera con la evacuación, cuidaban las entradas y animaban a la gente a irse rápidamente, aunque siendo sinceros a todos les estaba costando mucho interferir, siendo que no podían asegurar que todos ellos al volver encontrarían a sus esposos o padres... este podía ser un adiós definitivo.

Donghae escuchó un sollozo a su costado y un poderoso grito de protesta, alerta se giró a mirar encontrando a un niño menor de diez años aferrado a quien suponía era su padre. El hombre intentaba zafarlo de su pierna diciéndole palabras dulces que para nada convencían al pequeño; Donghae se acercó cauteloso a ambos

-¡No quiero ir!- vociferó de nuevo el menor, soltando amargas lágrimas.

Donghae comprendió enseguida. Se acuchilló a su lado pasando su mano por sus cabellos espesos.

-¿Tienes miedo?

-¡No!

-Eso es genial- rió con ternura. –Porque si no lo tienes entonces eres un chico bastante valiente, ¿sabes? Yo en tu lugar estaría aterrado.

El niño miró curioso al peli-naranja.

-¿Usted? ¿Por qué?

-Porque a cualquiera le asusta estar solo- respondió -A mí no me gustaría irme a un lugar desconocido sin alguien que me acompañe.

El niño inconscientemente soltó a su padre para concentrarse en el soldado, incluso las lágrimas habían dejado de brotar de sus bonitos ojos.

-Pero a pesar de eso también tendría curiosidad, y tú siendo un niño tan valiente seguro podrás seguir adelante sin tu papá. ¿Sabes a dónde irás?

-A Jeolla.

-¡Genial!- alentó Hae, tomando sus manitas entre las suyas sonriéndole con amplitud. –Una vez fui ahí, y estoy seguro que te encantar. Hay muchos espacios abiertos donde podrás correr sin que nada te lo impida, pero debes tener cuidado. Jugarás hasta tarde porque ahí el horario para volver a casa es antes de que anochezca, y te gustarán las calles empedradas. El olor a pan recién horneado por las mañanas y conocerás a muchos nuevos amigos.

Mi Trébol de Cuatro Hojas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora