Capítulo Uno

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-¡Bienvenido a la realidad!- Me dije con ironía al mismo tiempo en que intentaba teclear en la computadora.
Ironía porque nada de lo que habia vivido horas atrás parecía ser real. La curiosidad me había arrastrado a un lugar del que no podría volver fácilmente. Tiempo atrás antes de los eventos del hotel, era una persona que se divertía leyendo Stephen King o viendo películas de género de horror, pero ahora solo me quedaba coraje para mirar algún musical de Disney o divertirme con los Simpsons. Me llevaría tiempo volver a ser el mismo esta experiencia estaría en mi mente hasta el fin de mis días.

Enero 2017

El reloj del celular marcaba las nueve de la noche y el sol se negaba a desaparecer del todo. Era una de esas tardes de verano en las que oscurece tarde y se hace imposible adivinar qué hora es. Los arboles de la cuadra rogaban por un poco de viento y el calor húmedo, lejos de disiparse se volvía más intenso. Casi ni recuerdo de qué estábamos hablando mientras caminábamos pero hay algo de lo que estaba seguro. Esa imagen nunca iba a borrarse de nuestras retinas.

Mi novia se reía y gesticulaba para darle más notoriedad a su relato. Yo en cambio, la escuchaba observando mi reflejo en las vidrieras de la calle.
Siempre pensé en esto como una manía estúpida, la verdad no sé de donde viene la costumbre de mirarse en los reflejos de las ventanas mientras caminamos por la calle.

Mientras caminábamos y nos distraíamos hablando de cosas sin importancia, nos acercamos al hotel Marsans.
Este era un robusto edificio de tres plantas, ladrillo a la vista en toda su fachada y dos grandes ventanas vidriadas que escoltaban la puerta principal.
Marsans no era sinónimo de distinción ni mucho menos de buen gusto. Era un hotel aparentemente familiar que desafortunadamente había cerrado sus puertas hacía un par de años.

Ahora se encontraba abandonado, totalmente sucio y con todos sus muebles intactos en el interior.
Muy poco se sabe de las razones que llevaron a que un negocio tan prometedor fracasara de un día para otro y mucho menos se conocía la historia familiar de sus fundadores. Lo único que era de conocimiento público es que los Marsans eran gente muy adinerada y con pocas habilidades para socializar.

La primera ventana daba a la recepción y se encontraba totalmente trizada de un piedrazo; Muy probablemente fuera obra de algún linyera con problemas de ira.
La segunda ventana se encontraba sana pero la tierra junto con el smog, lograban un efecto de reflejo impecable.

Esa tarde, al girar mi cabeza hacia el interior del hotel, algo llamó mi atención. Cuando caí en la cuenta de lo que había visto, un silencio sepulcral se hizo presente entre mi novia y yo.

Detrás del vidrio vimos una figura tan terrorífica como insólita, se trataba de una pálida silueta con rasgos no muy comunes entre los vivos. Esta silueta pertenecía a una persona mayor, aunque su atuendo y su aspecto desencajaban totalmente con el entorno.

Al ser un lugar abandonado no sería raro ver un albañil trabajando, o en todo caso algún un vagabundo preparándose para pasar la noche. Pero esta persona, era diferente, parecía ser una mujer muy demacrada, vistiendo un atuendo singularmente blanco.
Lo más impactante era que su cadavérica piel apenas se diferenciaba del color de su ropa.

El avistamiento duró apenas unos segundos, caminábamos muy rápido y casi sin darnos cuenta nos salimos del frente del hotel. Pero nuestras mentes se quedaron atrás, clavadas, observando el cristal.

Recuerdo que ninguno de los dos se animo a decir nada, la conversación que compartíamos se esfumó en el aire de manera espontánea. Toda palabra perdió protagonismo frente a lo que acabábamos de presenciar.

-¿Vos viste eso?- le pregunté lleno de dudas rompiendo el silencio.

-No lo puedo creer- dijo- ¿Era una señora o un fantasma? -Exclamó mi novia aterrada, aún sabiendo la respuesta.

-¡Volvamos a ver! ¿Te animás? - Respondí

Con más dudas que ganas, volvimos sobre nuestros pasos para mirar a través del vidrio.

La soledad de la habitación se rió de nosotros, no había ningún rastro de nada, solo un suelo polvoriento repleto de papeles y basura.

-¡No puede ser!, ¡Que miedo la puta madre!- Dijo mi novia temblando de nervios.

-No era una señora entonces, o por lo menos no una señora viva.- Le retruqué

-¡Callate! No sé como podes hacer chistes sobre esto.

Mis creencias nunca estuvieron muy apegadas al mundo espiritual. Sin embargo siempre sentí una gran curiosidad por las apariciones sobrenaturales. Y justo en ese momento tuve la certeza de que no se trataba de creer sino de experimentar.

El secreto del Hotel MarsansWhere stories live. Discover now